martes, 22 de marzo de 2011

yo me quedo acá

Salió a bailar sin ningún tipo de expectativa. Se acodó en la barra para pedir un trago y se percató de que esa dulce joven que tantas veces lo había rechazado estaba a dos personas de distancia. La vigiló de reojo y cuando tuvo la oportunidad se plantó a su lado. Realmente no se acordaba cuántas veces la había abordado, y a esta altura cualquier ser con un poco de respeto por si mismo ya hubiese bajado los brazos –y también lo hubiese hecho él, sólo que una vez ella le había dado algunos besos y eso alimentaba su insistencia-.
Esa noche ella estaba muy linda, simpática, graciosa, cariñosa y con la guardia baja, cosa que él no dejó de notar y aprovechar. Entre besos arreglaron una cita. Al día siguiente la pasó a buscar con el auto para ir a tomar un helado en pleno centro del pueblo, ella se bajó y los compró mientras él la esperaba, a esta altura eran una pareja consolidada.
Cerca de las nueve de la noche, a poco de devolverla a su casa y sin mucho ánimo para despedirse le dijo: “¿A qué hora te paso a buscar?”. “Dame una hora para arreglarme”, le contestó la chica, con una sonrisa que mostraba sus dientes perfectos.
Una hora más tarde estaba ahí bañado, cambiado y perfumado. Ella entró al auto y antes de que él le propusiera un buen lugar para ir a tomar algo, ella sacó una botella de vino de la cartera y le dijo “mejor vamos al valle” (nota del autor: El valle queda a unos 20 km, un río de montaña serpentea un camino pedregoso, se ven casi todas las estrellas del universo y por sobre todas bondades del lugar, hay muy poca gente.)
Volvieron a la hora en que los viejos se arrastran hasta le puesto de diarios. Todo era perfecto.
Ya era lunes por la tarde y a él le pareció que ya había pasado un tiempo prudencial desde el último llamado, marcó el número de la casa –todavía el celular no se había transformado en una extensión de la mano de cada argentino y argentina- pero le informaron la joven se había ido a la ciudad donde estudiaba para arreglar algunos asuntos. Primero sintió curiosidad, luego bronca, luego ansiedad, luego tristeza, luego odio, luego más ansiedad, luego depresión y finalmente resignación.
Dos semanas más tarde –el ya había adelgazado unos cuantos kilos y estaba bastante ojeroso- ella se le apareció en la casa para invitarlo a tomar algo y charlar un poco, pero él se hizo el difícil y le dijo que tenia que hacer otras cosas, que a la noche se veían en el boliche.
Llegó la noche y fue una de las veces que más temprano entró al boliche, recorrió cada rincón, pero no la encontró. De pronto le llegó un mensajito de un número extraño: “Hola Pepo, esta noche voy a estar con este cel, estoy en tal bar, después vení a verme”. Todo volvía a encajar. No contestó para seguir haciéndose el desinteresado y un par de horas más tarde directamente la llamó. Contestador. Otra, otra y otra vez. Siempre contestador. Se teletrasportó al bar donde ella iba a estar, logró pasar al VIP y en un rincón la encontró charlando muy cariñosamente con Gaston Pauls, que había ido a promocionar un festival de algo. Si solamente hubiese sido Gastón, no le llegaba ni a los tobillos, sin embargo su apellido parecía hipnotizar a la chica. Y tanto él como Gastón Pauls eran conciente de esto.
La miró fijo a lo profundo de sus ojos verdes y le dijo “hola Pauli, cómo andas?”, lo miró de reojo y le soltó un “como te va?”. Respiró profundo, tragó saliva y bajo la mirada despectiva del famoso actor, hizo su último intento: “vamos a dar una vuelta?”. “No Pepo, yo me quedo acá”.
Aún hoy se pregunta que hubiese pasado si no hubiese tenido aires de divo.

PD: Un par de semanas más tarde un amigo lo llamó para contarle que había visto a la chica en el Pepsi Music acompañando adivinen a quién.

miércoles, 29 de julio de 2009

rew

23:30- Habiéndose bañado y ordenado el cuarto se acuesta en la cama grande y acomoda un almohadón para estar más cómodo. Prende la tele y mientras pasan los canales se dispone a esperarla. Es sabido que las mujeres suelen tomarse su tiempo pero ya habían pasado 45 minutos desde la hora pactada y ella todavía no aparecía, no contestaba los mensajes ni las insistentes/desesperadas llamadas. Finalmente se durmió, solo.
21:00- Se acercó a su hermano que estaba estudiando y le dijo con voz firme que ese día utilizaría la cama grande, que no se le ocurriese acostarse en ella. Había arreglado con una “amiga” para verse después de cenar y con una sola mirada le contó a su hermano sus intenciones. Extrañamente el hermano no tuvo objeciones y siguió en lo suyo.
20:52- Lee un sms de ella y la sonrisa se le tatúa en la cara. Al parecer el miércoles no terminaría como un día de miércoles.
20:20- Él escribe un sms: no es que no tengo ganas de salir, pero estoy medio cansado y prefiero quedarme en casa, no querés venir a ver una película?
20:15- Mensaje de ella: mmmnose tenia ganas de ir a tomar algo con vos ke hace mucho no nos vemos. Igual si no tenes ganas de salir nos vemos otro dia.
20:05- Él escribe: no, querés hacer algo?
20:03- Mensaje de ella: si yo tb estoy a mil con la facu, pero no se, estudie toda la tarde y tenia ganas de hacer algo, haces algo hoy?
19:48- No lo podía creer, un hombre espera toda su vida para una manifestación de ese estilo. Trató de que la alegría no se trasmitiera por las teclas y contestó: pasa que me estan matando en la facu, aparte ya nunca te conectas…
19:40- Estaba viendo tele en su casa desde hacía un buen rato. Sabía que tenía que estudiar pero hace días que no tocaba un libro. En la cabeza tenía esa confusa sensación de tener que estudiar y estar sin ganas, pero con la culpa que lo obligaba a quedarse en su casa y no disfrutar de su autootorgado tiempo libre. En ese momento le llegó un msn de una “amiga” que decía: porqué ya no me llamás más? No pensé que te aburrías conmigo…
18:07- Se despierta de una importante siesta donde había soñado y todo. Su hermano seguía estudiando como antes de que él se fuese a dormir la siesta, molestándolo un poco antes.16:20- Se aseguró que su hermano estuviese dormido y agarró su celular donde buscó el contacto de la chica con la que su hermano se había visto un par de veces hace algunas semanas pero que no había significado nada para ninguno de los dos. El las opciones del contacto puso EDITAR y borró el número de la chica y anotó el suyo. La venganza es un plato que se come frío.

martes, 14 de julio de 2009

máma mía

Su sábado tipo, después de una desgastante semana en la oficina y los juzgados, arrancaba a las 8:30 con su hijo rebotando la pelota de rugby en su cuarto, para hacerle notar sus ganas de ir a hacer deporte. A las 10 ya iba camino a Pilar con 4 amiguitos de su hijo –los padres habían hecho “La Gran Pilatos”-, a los que había buscado por cada una de las 4 casas. A las 10:45, cuando podría depositar a las creaturas en el club y desentenderse de su rol de padre durante una porción del sábado… no, era papá-entrenador. Lo mejor de todo es que su hijo todavía no había decidido si le gustaba más el futbol o el rugby, así que el domingo había fútbol también a las 9, también con otros 4 amiguitos, y también papá-entrenador, propuesto por su propio hijo: “a papá no le va a molestar, total ya es entrenador de rugby”…
Ese viernes sus suegros habían invitado a las familias de sus dos hijas a pasar el fin de semana al Tigre, a una lindísima casa de 2 pisos, con galerías que daban al río. Eran las 10 de la noche del viernes y ya estaban todos en la casa, dispuestos a relajarse todo el fin de semana, cada uno empezó a recorrer la casa aleatoriamente. Él de pronto llegó a la galería del segundo piso y vio que su mujer estaba con los codos apoyados sobre la baranda, absorta, viendo el río. Se acercó despacito sin que ella notase que rondaba un depredador. El ritmo cardíaco se le había disparado, los ojos estaban clavados en su víctima, en su mente las mismas sensaciones de cuando eran jóvenes y “mamá y papá hoy salen a comer, ¿querés venir a ‘ver una película’?”… La tomó de atrás por sorpresa refregándole su emoción. El susto de ella fue grande, pero el de él fue monumental al darse cuenta que era su suegra, y no es que era la Alfano ni mucho menos…
El silencio cruel de la cena se rompió con una feroz risa colectiva. La suegra se la remó, el suegro hizo chistes descontracturantes y su cuñada parecía bastante divertida, pero el mal humor y la ofensa de su mujer duró todo el fin de semana, no porque él hubiese querido violar a su madre, sino porque la había confundido con ella.

martes, 7 de julio de 2009

tirá la cadena

Era una de las primeras salidas con los amigos de la facu y ellos, que eran vecinos y amigos de toda la vida, estaban volviendo a sus pagos, de aquel lado del Riachuelo. La noche no había sido nada especial, pero habían tomado bastante. Iban por 9 de Julio en dirección a zona sur, llegando Corrientes, el conductor se sorprendió de lo ancho de la avenida, pero como es la más ancha del mundo, no le importó tanto. El tema fue cuando vio que el Obelisco tenía un hermano gemelo; ahí le dio el volante a su amigo, que estaba notablemente mejor que él.
Siguieron por 9 de julio cruzando avenida de Mayo, Belgrano, Independencia y San Juan y cuando estaban a punto de cruzar puente Pueyrredón, el actual “copiloto” se dio cuenta que no llegaba, que todo lo que había tomado estaba por salir por algún lado y obligó a su amigo a doblar a la derecha sin importar mucho donde se encontraban. Se encontraban en Constitución, un barrio que no suena lindo ni pronunciándolo en inglés.
El conductor vio como su amigo incondicional se bajaba del auto y aferraba su humanidad toda a un poste que hacía las veces de parada de bondi. La zona no es muy linda, y menos un sábado a la madrugada, así que se quedó alerta, vigilando la calle. ¿Cuánto puede tardar una persona normal en vomitar? Vio que el mareado estaba en una posición extraña, como sentado en el aire y ¿sin pantalones? (el que tiene la desgracia de ver uno de esos, se da cuenta en seguida que no es de perro). Borracho y todo tuvo la delicadeza de sacrificar una media para que la vuelta a casa fuese más decorosa. Y una vez vaciado, se desplomó en el asiento del acompañante.
En ese mismo momento, un par de sujetos de dudosa reputación que habían salido de algún tugurio cercano estaban rondando el auto. Se pararon un en cada ventanilla y solicitaron al único conciente de ese auto que les diera todo (Regla nº 1 de negociación: empezá bien alto). “¿Qué te voy a dar si no tengo un peso?” (Regla nº 2: siempre rechazá la primera oferta). El diálogo amistoso finalizó en ese instante, con un manotazo al cuello del desmayado, arrancando una cadenita. El conductor sabía que lo único que podía tranquilizarlos era eso que él llevaba en la billetera, un jugoso billete de 2 pesos. Lo ofreció a cambio de la cadenita y los sujetos compraron, pero había un problema, faltaba la cruz. Ante la insistencia del conductor, el manilargo le juró que no la tenía y hasta se puso a buscar la cruz en la calle. Los dos sujetos y el conductor la buscaron sin éxito, y antes de que la comedia típica de Ben Stiller pasara a tragedia griega, se subió al auto y se fueron.
Al otro día llamó al mamado devenido en resacoso y le preguntó si había aparecido la cruz. “¿Qué cruz?”, le contestó; “no tenía nada colgado en la cadenita”.

martes, 23 de junio de 2009

Volvió el Coco.


Volvió el Burrito.


Volvieron Mirtha y Marcelo.


Vuelve Roland.







Preparate para ver quiénes querían que vuelva...







miércoles, 18 de marzo de 2009

after office

Se había formado un muy lindo grupo de trabajo, más allá de las diferencias de género y edad. Para celebrar esto decidieron juntarse cada tanto a comer en la casa de alguno o alguna. Era la primera vez que lo hacían, pero el día a día laboral había derretido el hielo, haciendo que lo único incómodo era encontrarse con las mismas personas de todos los días, pero "libres".
El menú: picadita de entrada, comida mexicana de plato fuerte y mucha mucha cerveza para aceitar los engranajes. Prepararon todo, comieron todo al ritmo de las anécdotas laborales y no tanto, todo muy muy ameno. Era miércoles, por que una de las integrantes del equipo y su marido se retiraron poco después de la comida. Otro tenía que llevarle el auto temprano a su hermano mayor. Quedaron ellos cuatro, dos y dos (si buscan un final partusero, puedendejar de leer en este momento) de entre 23 y 30. Empezó a correr la cerveza con un poco más de impunidad y las risas se iban asomando. Cuando se terminaron los temas de charla aparecieron como germinados en el alcohol, los típicos jueguitos para tomar (melones, tarito, boing entre otros), La mayor de edad y rango oficinistico no estaba muy acostrumbrada al nectar desinhibior y cada vez tardaba más en vaciar el vaso. Todo muy divertido, pero era miércoles, y lo que asustaba más, al otro día era jueves, jueves laboral. Bueno, vamos, vamos... "Ya vengo, voy al baño un segundo..." los otros tres empezaron a ordenar la casa, en un principio sólo apilaron los platos, poero tuvieron tiempo además, de levantar toda la mesa, lavar los platos, guardar la comida que había sobrado y barrer, y el "segundo" no había trancurrido. El dueño de casa tocó la puerta del baño, y se escuvhó un balbuceo desde adentro, rogando por cinco minutos más. A la tercera vez que se repitió el acto, abrió la puerta: su jefa se había hecho muy amiga del inodoro...
ubieron que aplicar psicología inversa, caunceling y amenazas para sacarla del baño, siemore entre risas e incredulidad.
La llevaron hasta su casa, aunque apenas podía embocar la llave, pero llegó sana y salva a su cama y descansó.
El jueves fue duro levantarse, pero los tres tenían ganas de ver la cara de la jefa, peor tuvieron que esperar, ya que por una "gastroenterocolitis" tubo que quedarse una semana en cama.

martes, 3 de marzo de 2009

sos igual

No era el tiempo de los floggers, emos y la palabra tribu sólo aparecía en libros de cuentos. El paco era sólo una forma de decirle a los Franciscos y lo más parecido a un celular eran los Walkie-talkies (uoquitoquis). Un chico de once años que se había rateado podía estar tranquilo en las calles, sin pensar en secuestros, afanos a destajo, motochorros o cualquier otra hierba a la que ya nos hemos acostumbrado.
Se había fugado del colegio, y para que no lo reconociera nadie, se fue en tren -colado, obviamente- a un par de estaciones de distancia, donde vagó por la zona impunemente durante varias horas. El plan era simple, porque la vida era más simple, se colaría nuevamente en el tren (en esa época gastar en un boleto de tren era algo tan irrisorio como comprar agua mineral en bidones de 20) y retomaría la ruta Colegio-Casa a sólo tres cuadras del destino final, para evitar que lo vea alguna maestra.
Miraba perdidamente el paisaje bonaerense cuando sintió una mirada clavada en su ser, y era ni más ni menos que del guarda, que tenía menos códigos que Abreu (link explicativo: http://www.taringa.net/posts/deportes/1981094/Abreu-se-fue-de-River.html ). Le pidió el boleto que ambos sabían que él no tenía, y lo bajó en la estación siguiente, para llevarlo ante alguien que iba a saber que hacer.
Estaba frente a ese enorme guarda-jefe que empezó el interrogatorio. “¿Porqué no pagaste el boleto pibe?”, empezó. “Porque no tengo plata”, se sinceró la creatura. “Sabés que eso es cómo robar, ¿no?,¿Qué va a decir tu padre cuando le contemos?” “Mi papá falleció hace 5 años” (1 a 0 ganaba el pibe). “Decime, a ver; ¿tu mamá de que trabaja?” trató de borrar la angustia del aire. “Es maestra” (2 a 0). “Está bien pibe, andá a tu casa” dijo salomónico el Guarda-jefe. “Pero no tengo plata para el boleto” ingenuo, comentó el chico. “El guarda lo miró con ternura, se vio a el mismo reflejado en el espejo del pasado; esbozó una sonrisa y tiró un cambalachero “colate pibe”.
Sorteado el escollo volvió al plan inicial, y a una parada de su estación, vio que su madre se subía al vagón… paró su corazón con los dientes, y simuló la más pesada tranquilidad, mirando por la ventana. Las madres no eran tan pedagógicas como las de ahora, por eso se acercó como para arrancarle la cabeza de un cachetazo, porque era obvio que no debía estar ahí, sin importar lo que el tuviese para decir. Pensó que no la había visto, “¿Me querés decir que carajo estás haciendo acá? le dijo, con una tormenta en la mirada. El niño la miró y pausadamente soltó un “disculpe señora, me parece que me confunde…” y dio vuelta la cabeza. Si bien ella quería soltar una carcajada por la rapidez mental de su hijo, no pudo más que hundirle la nuca contra la cara, de un cachetazo y dejarlo en penitencia varios días.

jueves, 19 de febrero de 2009

cruz roja

Que un amigo del hermano mayor de tu amigo sea parte del staff de una banda, no tiene precio. Cada tanto te llega la posibilidad de hacer uso de esa carta, cuando los amigos de primer y segundo orden -que obviamente tienen la prioridad- no pueden ir, y te sentis el ser más V.I.P. de Argentina: vienen Mick, Paris y vos. El tema es cuando te acordás que tu contacto suele escribir, cuando completa formularios en la parte de ocupación "plomo de banda nacional". De pronto te ves en los alrededores del estadio antes que nadie, haciendo cola con los discapacitados, entrás cuando la banda soporte está por terminar, sentís que todos saben que estas ahí porque sos una rata que no paga la entrada, entonces pensas "por qué estoy acá, si no pagaría una entrada para ver a estos tipos? y la respuesta es inmediata: porque es gratis". Te sentís sucio, una rata que está ahí sólo porque es gratis, y eso también significa que te denigren un poquito, porque como venis de garrón, te sentís culpable de mirar con mala cara al colega del amigo del hermano mayor de tu amigo que te mira fijo y te pregunta "¿y a vos quién te hace pasar?"
Se abre la pueta, reconocés la cara que no veías hace un buen tiempo y sentís como la alegría brota por todos tus poros cuando esa mole dice tu nombre. Ya estás adentro, hay ruido a expectativa por parte del público, valió la pena. Te queda una puerta, pero ves que la mole se detiene y agarra algo del piso, es una pechera con una cruz grande en ambos lados. "Si te preguntan, sos de la Cruz Roja". Cero V.I.P. pero no te importa. Escuchás un tema completo, es tremendo estar tan cerca, entre la reja y el cantante, con esa marea humana que podría aplastarte si la reja se viene abajo. Empieza el segundo tema y tu sexto sentido se activa, sentís algo raro... un grito te arranca del trance "Doc, hay un desmayado, vaya a verlo". No podés ni empezar a explicarle porque te lleva contra tu voluntad, y de pornto estás ahí, tranquilizando a una víctima de los 60º de sensación térmica que hay en el campo. Te querés matar, porque la gente ya no se alimenta bien y tiene las defensas bajas, y con un golpecito de calor sucumben... te querés matar. Lo único que se te viene a la cabeza es cuando el desgraciado de tu amigo te ofreció ir a verlos gratis, porque conoce a alguien de adentro.

martes, 10 de febrero de 2009

taxi!

En el palo de la publicidad hay mucha gente canchera. Entre el "no me importa nada" y el "me visto por dos mangos y en cinco minutos" sospechosos, de esos bohemios de hoy, habitués de los distintos palermos, encontramos a bastante gente linda. Ella, productora, lo vio a él, actor secundario, y se le cruzaron las escenas. En el siguiente brake ni lo dudo y se acercó a la bandeja de triples de la que se estaba alimentando el carilindo y le mintió diciéndole que le sonaba de algún lado, él, inflando el pecho le confesó que había sido panelista de ZAP! tv, de Polino, Jacobo y Guido. Quedaron en salir de a cuatro, cada uno con un aliado.
El día pactado, ella estaba con una amiga pero los bombones no llegaban y decidieron esperar en el palier, en esos sillones que sólo se utilizan en las reuniones de consorcio. De pronto ven que detrás del actor, que venía cruzando la vereda, aparece el ex tecladista de Yerba Brava, con toda su larga cabellera al viento. La amiga era muy gamba y sin hacer el escándalo que podría haber hecho, le puso el pecho y fueron con los jóvenes. "Dejamos el auto a la vuelta", dijo el monumento a Hear Recovery. A la media cuadra, las chicas vieron que ellos se detuvieron súbitamente al lado de un taxi; "no vinieron en auto?" preguntó una. "Esta nave es de mi tío, que es tachero" contestó el amigo del lindo, mientras abría la puerta. El instinto le decía que se subiera en la parte trasera, pero se venció y se subió adelante, con el reloj a escasos cm de su frente.
Se dirigieron a un boliche de la costanera portena, muiy concurrido por cierto: había una fila de casi 10 autos para el estacionamiento. cuando les tocaba a ellos, la copilota vió que el flaco de lestacionamiento hacía señas raras, claramente hacia ellos. Bajó la ventana y un "Decile al chofer que los deje y pegue la vuelta" les indicó que debían hacer una vez que entraran al boliche: desaparecer instantaneamente en el baño de mujeres, hasta perderlos.

martes, 2 de diciembre de 2008

ni Sabina, Los Rolling o Madonna

En la charla informativa les habían contado que las vacantes solían agotarse en una mañana, porque la gente hacía cola desde la noche anterior. Lo grabó a fuego en su memoria, para no descuidar ese pequeño detalle, ya que no tenía ganas de esperar hasta el año siguiente para comenzar a cursar su cuarta carrera (¿es necesario aclarar que el no era la clase de persona que espera a terminar una carrera para empezar otra?) luego de tres intentos truncos. Había sido un lindo Domingo de noviembre, cálido pero no caluroso; la celebración semanal de Macaya Márquez iría por la mitad cuando su novia le sugirió “ver que onda la fila mientras vamos de casa a la tuya”, una iluminada: ya había media cuadra de cola y ni siquiera era lunes.
Llegaron al depto de él y prepararon los documentos necesarios para la inscripción, comieron algo y empezaron a tratar de anteponerse a los imponderables de una noche bajo las estrellas (las pocas que se ven desde el suelo de la Capital Federal, digo Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Así 12 horas antes de las 2 de la tarde llegaron para hacer la fila, que ya alcanzaba las tres cuartas partes de la cuadra. Tan sólo un humilde almohadoncito separaba las nalgas de ambos de la vereda, pero estaban en la entrada de un edificio con luz, y así ella pudo resumir algunos capítulos de un libro para la facultad. Bancó a su novio hasta las 5, pero al otro día la esperaban su trabajo, su facultad y su abuela casi desmemoriada que estaba pasando algunos días en su casa; en tres palabras: un día largo. Pues se quedó sólo a esa hora, y ni intentó entablar conversación con los pendex de adelante, muy jóvenes para su gusto o con el malhumorado de atrás, demasiado malhumorado para su gusto. Puso los almohadones uno delante del otro, apoyó la cabeza sobre su buzo que forraba el escalón de la entrada al edificio y allí pernoctó, con la música que el tachero, que hacía de “colero” para su hija que venía de la playa, de fondo. No durmió, se desmayó y resucitó la mañana siguiente, tipo 6. En ese momento la fila doblaba la esquina y la otra también, ir había sido una buena idea.
Tubo que extender su monosilábico diálogo con sus cofrades de fila para pedir que le cuiden el lugar, cuando fue a sacar unas fotocopias.
A las 9 abrieron y repartieron números ordenadamente. “Obvio que esta noche le juego al 72 a la cabeza”, pensó cuando vio orgulloso que estaba dentro de los 400. Ciento veinte minutos después, a punto de estar tet a tet con la señora que tomaba las inscripciones, que al verlo no pudo más que sonreír al ver los almohadones, la matera y las ojeras, que a esa altura parecían balcones. “¿Larga la noche?... tranquilo, ya te falta poco” comenzó a decir casi de memoria la administrativa cuando su rostro mutó e imprimió un “bueno, en realidad se te va a hacer un poco más largo” que cayó como el resumen de la tarjeta de crédito sobrecargada un día antes de irte de vacaciones… Casi en todo lastimoso le preguntó sobre el problema. Faltaba una legalización que se hace cerca de Plaza de Mayo (a 4 estaciones de subte); en el único momento que no putió fueron los cinco minutos que una gorda tardó en poner el sello que lo habilitaba. Por supuesto no volvió a hacer la cola, y nadie intentó detenerlo. Nuevamente estabas allí, frente a la administrativa, que evidentemente se percató de lo bajo del golpe que le había asestado veinte minutos antes y se había ofrecido a cuidarlo los ahora insólitos almohadones.
Salió inscripto, ya estaba todo en orden. Se subió a un colectivo y así como estaba se fue a trabajar, con una duradera sonrisa de satisfacción.

martes, 25 de noviembre de 2008

al mazo

Que en la actual argentina con un índice inflacionario menor al 1%... un empleo de 6 horas con una remuneración neta de más de 5.000 mangos o es utópico, o es estatal o debe tener mucha letra muy chiquita. Beto no es empleado estatal, pero la realidad es que no es para cualquiera discutir con coreanos de supermercados chinos para que te paguen, o con almaceneros que se pelan las uñas para competir con los –algunas veces- poco éticos suministradores de alimentos orientales (no los alimentos, si los dueños y empleados, aunque con DNI 90 millones). Parte esencial de su oficio como vendedor de una prestigiosa fábrica de tapas de empanadas y ravioles, es cobrarle a los clientes, haciéndose respetar a través de los buenos modos, la cordialidad, la objetividad en la negociación y la confianza entre las partes, características no siempre encontrables en los eslabones del capitalismo excéntrico.
Satisfecho tras otro mes de buenos servicios, se dirigió Beto al último minimercado del itinerario. Manejado por su dueño, argentino nativo pero con torrente sanguíneo tano, el supermercado tambaleaba entre la crisis del pueblo y la estabilidad oficial. En determinado momento las críticas constructivas hacia Beto subieron de tono y la charla de cobranza de folleto mutó en una férrea discusión que entrelazaba dinero, incumplimientos y reproches varios. Cabe destacar que el mercado estaba situado frente a la fábrica, por lo que Beto decidió mostrarle los registros escritos, ya que su palabra ya no era suficiente. No había abandonado aún el local cuando el dueño susurró un adjetivo calificativo despectivo… Beto giró sobre sus talones y arremetió contra el almacenero quien trataba de explicarle porqué él opinaba que Beto no era tan lúcido y que posiblemente eso se debiera a que sus padres eran primos o algo similar. El atrevimiento le pareció excesivo, por lo que lo tomó del cuello, lo estampó contra la gondolita de condimentos mientras con una dulce y didáctica tonada le solicitó que se retractara: “Decí Beto es bueno… no te pienso soltar hasta que te escuche”. Tal vez fue la obligada sensatez que alcanzó el almacenero, o tal vez el pulgar de Beto estaba apretando cada vez más su yugular, pero el almacenero pronunció las palabras requeridas por el vendedor y todo volvió a la normalidad. Beto sigue cumpliendo con la letra chica de su contrato, el almacenero sigue compitiendo contra los paisanos, el índice inflacionario no supera el 1% y la imagen positiva de nuestros dirigentes sigue en alza impulsado por sus gestiones intachables.

martes, 18 de noviembre de 2008

de autos punto com barra dos

Estaban un poco borrachos, pero tampoco tanto como para ser concientes de que no estaban capacitados para manejar, además iban cerca. Dos adelante, dos atrás y la música que ocupaba la cabina. En de repente, y mientras esperaban que el semáforo de una callecita de Belgrano los habilitara a seguir su camino, el que iba de acompañante salió del auto disparado, corriendo sigilosamente hacia una esquina donde un matrimonio que seguramente vendrían de comer afuera. La pareja, ya entrada en años, charlaba apaciblemente en una veraniega noche barrial cuando el demente comenzó a gritarles a sólo 2 metros de distancia. Al viejo casi le da un sincope y la señora terminó subida al baúl de un auto estacionado. El animal volvió a su madriguera rodante y entre risas e incredulidad siguieron su camino.

Ya casi habían completado los más de mil kilómetros que separaban su cuidad de la capital de país. No fue fácil para ninguno de los dos, novios hacía un tiempo considerable pero haciendo su primer viaje juntos. Conociendo las propias limitaciones de ubicación, llevaron consigo un mapa que los acopiloteó durante toda la jornada. Faltaba poco: bajar desde la autopista por La 9 de Julio hasta Libertador, doblar a la izquierda unas 25 cuadras y ya estaban. ¿Tanto hacía que no iban a Buenos Aires? ¿La 9 de Julio era peatonal? No. El problema se llamaba Palau, y su multitudinario acto en el Obelisco; multitudinario y colapsador de ciudades. En definitiva, a sólo quince minutos de llegar se introdujeron un en laberinto urbano donde eran cada vez más las calles obstruidas. Hacía 10 minutos que no avanzaban en alguna de las avenidas cuando el mal humor ya ni se disimulaba. Ella lo miró fijo, “¿porque no nos bajamos acá, nos cagamos bien a trompadas y seguimos más relajados?” dijo ella, pronunciando cada una de las palabras con parsimonia de asesino serial. La miró incrédulo, con una sonrisa a media hasta, pero ella –impertérrita- defendía su propuesta, que en nombre de la civilización, no obtuvo los votos necesarios.

Ser repartidor no es tan malo cuando la empresa es familiar y la viene remando de hace rato. Tenés tus tiempos, la radio te acompaña, tratas directamente con los clientes y como la cantidad de cajas de ravioles para repartir había crecido considerablemente, andaba en un discreto 147 verde militar semi habilitado para estar en la calle, y menos con el baúl y asiento trasero repleto de cajas. Los negocios lo llevaron a Quilmes, donde no pudo hacerse invisible ante un control policial y lo pararon. Él y el policía sabían que no hacía falta explicarle el porque de la detención. Por suerte el oficial estaba con mucho trabajo y fue al grano “yo me voy al kiosco; el baúl del patrullero está abierto… ejem…”. Ya de vuelta, lo vuelven a parar el mismo oficial en el mismo control. Lógico, a la mujer del policía no le gustaban de verdura.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

prison break

Interrumpían su doble escolaridad para ir a almorzar a sus casas tres veces por semana, las otras dos tenían gimnasia (o educación física) al mediodía. Una vez culminada la clase y en vez de ir a aprovechar los 45 minutos que les quedaban para el almuerzo, tomaron sus mochilas y caminaron despreocupadamente hacia los álamos que delimitaban el campo de deportes. La institución educativa estaba situada en una chacra en la intersección de dos ciudades vecinas, separadas por un río. El plan era esperar escondidos a que se hiciera la hora de inglés (para asegurarse de no encontrar testigos en su camino), cruzar el puente e ir a las casa de uno de ellos dos, que quedaba relativamente cerca; además sus padres no estaban. Por esas cosas del destino uno de ellos tenía en su mochila ropa distinta al uniforme oficial del colegio, por lo que uno se cambió la remera y el orto el pantalón, para ser menos reconocibles a la distancia (¿que civil se viste con conjunto deportivo azul con vivos verdes?).
No tenían reloj y los celulares sólo los habían visto en Viaje a las Estrellas, por lo que hicieron un humildísimo reloj de sol; humildísimo e inservible. Por suerte uno se acordó que la Directora de Inglés llegaba siempre a las 14:25, en auto. Una vez que ella pasara ya no sólo sabrían la hora sino que serían completamente libres en el trayecto desde el colegio hasta el puente. Los minutos pasaban y la Directora no llegaba. Que larga se hace la espera… que raro que no llegue… ¡Pará, si Miss Edith está de vacaciones!, vámonos ya.
Partieron, sólo debían atravesar un cuadro con manzanos, saltar un alambrado, cruzar la calle y subir la barranca hasta el puente.
Al cuadro lo cruzaron sigilosos, ya se sentían en dominios enemigos necesarios de atravesar antes de llegar a tierra santa. Llegaron a la paradoja de la libertad: el alambrado, que no debía tener más de 2 metros, pero que de elevaba casi como la Torre de Babel.
-Voy yo, cruzo y después vos, ¿dale?
-Dale, soltó bastante nervioso.

Cuando su amigo estaba en el aire, un auto seguido por una nube de polvo y piedras que pasaba fugaz. Se dieron cuenta que no era un auto cualquiera cuando esté clavó los frenos ante tal visión. El rector del colegio le preguntó al saltador qué hacía allí, y con quien estaba. La primera parte de la pregunta no tenía sentido contestarla, y para la segunda trató de inmolarse, pero ni lento ni perezoso y sin ni un solo pelo de tonto en esa tupida barba, el Rector llamó por su apellido al otro prófugo. Lo obligó a saltar el alambrado y los llevó al colegio.
Los interrogó de a uno, y ambos dijeron toda la verdad. Preocupado más por la seguridad de los chicos que por la fuga en sí, los amedrentó con la mirada y los instó a que no se repitiera, a través de un contrato implícito en su mirada.
Los padres nunca se enteraron, pero a partir desde día, los alumnos trataron de obviar la puerta del Rector, no vaya a ser que se acordase de castigarlos.

martes, 4 de noviembre de 2008

gárgolas

Viernes de una larga semana que había repartido sus días entre facultad, trabajo y otras hierbas. Prendió la computadora a la vez que, de reojo, se daba cuenta que estaba anocheciendo. Estaba haciendo una evaluación de su semana, cando un titilante rectángulo azul en el monitor lo arrancó de su pensamiento. Un amigo lo estaba tentando con hacer algo, aunque no sabía muy bien qué. Puso los dedos en marcha y tecleó en 2 o 3 direcciones para conseguir alguna “amiga” que tuviese ganas de recolectar algunas amigas para salir. Tenía una en veremos y otra que todavía no contestaba cuando su amigo le dijo que ya tenía el programa armado. Le invento excusas a las dos chicas y espero el llamado de su amigote, quien le vendió un plan perfecto para un viernes: 3 chicas, 3 chicos, un bar y todos esos ingredientes condimentados con la muchísima onda de los chicos, y la belleza que su amigo prometía de ellas, la estructura de la salida era muy firme. Su amigo comandaba la nave, cuyo primer destino era buscar a su amiga, o sea se habían encontrado el padre y la madre de la cita, esperando en la sala de parto para ver si su criatura se gestaba correctamente o si pasaba a la galería de los grandes fracasos de la noche. Recogieron al segundo muchacho, a quien la cosa que acompañaba a su amigo no le resultó tan bonita. Ante la innecesidad de caerle bien a esa mujer, fue directamente al grano con un caballeroso “che, tus amigas... ¿están buenas?” y ella muy suelta de cuerpo saco una respuesta de folleto “y... no se, yo no miro a las mujeres, pero... si.”. Distinguía algo al final del túnel, pero no sabía si era una luz celestial o las llamas del infierno. La cosa se puso realmente sospechosa cuando de la nada, y mientras ella se bajaba a comprar cigarrillos en una YPF, tiró un “igual, si me avisaban con más tiempo, podría haber conseguido otro grupo”. En ese instante le cayó la ficha, por algo esas chicas no habían conseguido una cita un viernes a esa hora. Le entró pánico, y le propuso a su amigo abandonarla allí, a su suerte (que dicho sea de paso, esperaba que fuese mala) bajo la promesa que nadie se enteraría jamás. Su amigo se rió, como no tomándolo en serio, se sintió solo. Buscaron al tercer chico y fueron en busca de las otras dos chicas. Trató de tener esperanza y de ser positivo, y casi lo había logrado cuando de la puerta de un caserón salió la segunda chica. Estaba a punto de empezar a tener en cuenta el saltar del auto como una salida racional a su situación cuando su amigo clavó los frenos tras la orden de su amiga Margarita Segomitá. Apareció el tercer espécimen, Darwin contento de estar frente a frente a eslabones antecesores. Una cosa era segura, no le interesaba caerle bien a ninguna de ellas, así que decidió ponerse en nene caprichoso que llora porque tiene sueño pero que no quiere dormir. Eso tampoco sirvió, ya que las chicas se sentían muy cómodas no conociendo los manjares de la violencia verbal sutil. A las 5 de la mañana la discusión giraba entorno de los fines de la publicidad; suficiente. Le rogó a su amigo con una mirada como de perro de la calle, y este entendió. Fue como sacarse una piedra de la zapatilla luego de haber corrido una maratón.

martes, 28 de octubre de 2008

tiro al blanco (escritor invitado: S. Bardy)

Corría un año de la década del noventa, alrededor del 96. Estaban unos amigos pasándola muy mal, pero muy mal en Costa Rica. Festejando el año nuevo, cerca de la playa, DJ en la calle, alguna botella circulando rápidamente. Bueno lo que ustedes ya saben. El programa de folleto era la fiestita popular en la calle más céntrica del mini pueblo llamado Monctezuma, que tenía fecha de vencimiento. Ponele que a la 1.30 de la noche el DJ se las tomaba, se iba, tiraba la bomba ninja. Todo el condado de Monctezuma sabía que una vez terminado ese evento había que ir al boliche ubicado en una colina a unos Km. de ahí. Los cinco en cuestión, amigos del secundario, fueron al boliche. Tomados, en la cresta, surfeando la ola bien, muy bien. Además Costa Rica es un país surfero. Llegaron con la tabla a la puerta del boliche. Con la sola mirada le suplicaron al de la puerta que era vital su presencia en la fiesta, a lo que recibieron un fatal: "Uds., no entran o vuelvan más tarde o la entrada vale mil millones de pesos o esto es un vip para no argentinos" o algo así. Cuestión que no podían entrar al súper boliche donde seguía la fiesta. Igual tampoco querían entrar mucho porque no pasaba demasiado adentro. Debían esperar a los que la tenían un poco más clara y llegaban un poco más tarde, más en pedo aún. La espera se hacia larga. Muy larga. Empezaron a impacientarse del aburrimiento y de la desagradable sensación de que te estas bajando de la cresta de la ola y no podes evitarlo… previendo la bajda, vieron que el piso era de cantorrodado, piedritas, de esas que hacen ruido grosso cuando vas en auto. Había latas también. Así que de repente… como surgen los grandes inventos de la humanidad, se armaron un maravilloso juego de tiro a la lata. Con el sonido de clanckk, su comatosa y desvencijada alegría aumentaba un poco y matizaba la espera, la cual se hizo más larga y tuvieron que profesionalizar el tiro al blanco poniendo la lata en el paragolpes de una camioneta. Surgieron una serie de reglas nuevas, puntajes y hasta jueces. Las bebidas seguían a la orden del día, siempre dispuestas a teñir de rosa las más opacas noches. Cuestión que el evento ya era a cara de perro borracho. Todo muy profesional. Es más en algún momento creyeron que estaban ahí sólo para jugar al tiro al blanco. De repente un foráneo al grupo se acerca a alguno, muy cerca… casi al oído mientras ese alguno acomodaba una lata en el paragolpes -¿Qué haces? ¿Qué están haciendo?, pregunto. -Jugando al tiro al blanco, devolvió el interlocutor con cara de ¿sos salame que no entendés? El “salame” lo invitó a seguirlo. Accedió. Da la vuelta a la camioneta codo a codo junto a él. Saca unas llaves, abre la camioneta, abre la guantera, saca un arma y dice: - ¿Porqué no practican bien el tema del tiro al blanco, tico (chabón en costarricense)? Con el instantáneo disfraz de indio carapálida, respondió el, a esta altura ya no tan seguro de si mismo, argentino - Creo que se nos fueron las ganas… A todo esto sus amigos no sabían nada de lo que estaba pasando. Posiblemente seguirían cascoteando la camioneta, al ver su cara empezó un diálogo muy ameno para ver cuál de los cinco recibía un tiro. El carapálida tenía un par de números más. De alguna manera la diplomacia los dejó a todos vivitos y coleando. Final feliz, según cuenta la leyenda.

martes, 21 de octubre de 2008

si, quiero

El viernes de un finde con casorio, superclásico y día de la vieja, se acostaron a las 3 am luego de haber acompañado a la madre de ella, suegra de él, al cumpleaños de una amiga comerciante. Durante el cumpleaños se tocaron temas como el precio de los alimentos y mascotas en alza, pero el cenit fue cuando el tema era los ladrones/mendigos que solicitaban dinero y cómo nunca había que ceder. Ese mismo accionar se debía repetir al momento que un cliente solicitaba monedas, incluso se jugueteó con la idea de llevar los precios a alturas que imposibilitaran la devolución del metal acuñado.
El sábado se despertaron a las 7.30 de la madrugada para ir en busca del auto que el tío de ella les había prestado, el asunto es que la mujer de su tío (están a tiempo de dibujar el árbol genealógico: ella y él de novios. La madre de ella –con amiga comerciante- tiene un hermano, casado, con auto), les entregaría el auto a las 9 de la mañana del sábado -…- en Ramos Mejía, a dos recorridos de Bondi completos de distancia. Eran las 9.30 y estaban a tan sólo 20 cuadras cuando por celular la mamá de ella les informó que la dueña del 50% del rodado se había percatado –la noche anterior- que el mismo tenía un problema eléctrico, por lo que no se los prestaría. Buena mina.
A las 11 llegaron terminaron el paseo por el conurbano, estaban igual que a las 7.30 pero con casi 4 horas de Bondi encima. Una buena: se había pactado con la hermana de la madre (la tía, sigan con el árbol) el préstamo del auto, pero que estaría liberado recién a las 4 de la tarde, en Castelar. ¿Mencioné que el casorio era en Luján?
Durmieron un rato en casa de ella. Su madre se fue a la peluquería a las 15. Su novia partió, para enfado de la madre, a las 16. El horario fijado por la madre/suegra para salir de la casa en taxi a Castelar (queda camino a Luján) era las 18.45. Ya estaba cambiado la primera vez que su suegra rezongó por la impuntualidad de su hija/novia, quien llegaría finalmente a las 19 para cambiarse y pintarse (“en 10 minutos” sic.). Las pinturas? –en mi cartera. No están. Las pinturas?... Obvio, en lo del novio, a 30 mangos en taxi ida y vuelta, con un chofer que trató por todos los medios hacer el viaje extensivo hasta Castelar. 19.35 llegó el otro taxi, la novia del joven, la madre de la novia del joven y la prima de la novia del joven se subieron atrás; él, adelante, en un asiento que entre el respaldo y donde-va-la-cola producían un ángulo agudo (ver manual de matemáticas de 4to grado). 35 minutos a Castelar, pero el auto estaba ahí. Con el joven al volante partieron. Había que estar a las 21, llegaban justo. De pronto el ringtones monofónico de la madre/suegra/tía los sacó de la charla y más aún lo hizo el “no me vengas con eso de los secuestros truchos a mí, hoy se casa mi sobrino” que la señora le disparó a su interlocutor y cortó. Silencio de incógnita. Ringtone monofónico nuevamente y en la pantalla el nombre de la hija/novia/prima… rarísimo… Era el tachero que los había dejado en Castelar (no hacen falta más detalles).
Ringtone monofónico por tercera vez… Era el sobrino/futuro-marido/primo, la madrina (hermana del futuro marido) no llegaba y le pedía a la madre/suegra/tía, que además fuese Madrina, no apto para cardíacos.
A cuadras de la Basílica se encontraron con un Ford T que paseana a La Novia por la cuidad. Bocina, gritos, algarabía… habían llegado a tiempo.

martes, 14 de octubre de 2008

don´t worry, be huggies

No era tan fea, definitivamente estaba borracha y a sus amigas no les importó que el se acercara a esa hora. O no les importó o no se dieron cuenta, pero el asunto es que el pudo empezar a pelear por el bonus track de esa noche que ya estaba terminando. Con el cincel en la mano comenzó a esculpir una realidad paralela donde su nariz no era tan grande, su frente tan despoblada y su abdomen tan abultado... ella compró.
Algún piadoso los acercó a unas cuadras de la casa del muchacho, quien no hacía chequeos mentales del estado de su departamento porque -dado el estado de la chica- no lo creyó necesario.
Dos cuadras hasta la plaza, la cruzamos en diagonal, tres cuadras más y estamos en casa. -Me hago pis, le dijo ella arrancándolo de sus cálculos. Él sin dudarlo le relató las cuentas que venía haciendo, pero ella sólo le devolvió un "te juro que me meo" desesperado que hasta un grupo de flogers que deambulaba por ahí comenzó a seguir la escena.
De norte a sur comenzaron a inundarse -tibias- las fibras del jean hasta alcanzar, gota a gota, el suelo de la plaza que unas horas más tarde recibiría oleadas de perros que no podrían imaginar de dónde procedería la particular fragancia de esa mancha.
Ya más relajada lo miró, buscando contención. Encontró contención, comprensión y conexión, ya que la tomó de la mano y sorteó las pocas cuadras que los separaban de un baño.
Como haría cualquier madre de vecino, le pidió el pantalón y lo metió en el lavarropas... ¿qué hacemos en el interín? Pasó lo que tenía que pasar, duró menos que un lavado. Colgó el pantalón y ¿qué hacemos en el interín? nuevamente... volvió a pasar lo que tenía que volver a pasar.
Que incómodo debe haber sido para esa mujer volver a su casa con el jean totalmente mojado, en bondi, sabiendo que se había olvidado de ir al baño antes de irse.

martes, 7 de octubre de 2008

el inquilino

Finalmente le dio el mail de una amiga de su novia a un amigo suyo. Acto seguido fue al baño a lavarse las manos. “Acá lo tenés, pero no me pienso meter, sabelo…” dijo mientras anotaba en un papelito el nombre y mail de la individua.
Chablaron (si, chablaron) por msn y concretaron una cita a ciegas. Los kamikazes habían arreglado para encontrarse en un bar un sábado (invertir un sábado en una cita a ciegas significa que confias mucho en el que te quiere presentar a esa persona, o estas medio demente) y a primera vista no se desagradaron, la charla no fue tan buena –suele pasar- y los nervios se habían presentado en numerosos pasajes de la cita. Con dos cervezas y un trago encima cada uno, él se ofreció a acompañarla hasta la casa. Se aventuró a abrazarla de camino al taxi. Intentó besarla desde el taxi al depto. y como corolario se invitó a subir a conocer el departamento. Ella, como su cita venía recomendado, accedió; pero sorprendida por la actitud de los porteños; sería siempre así?...
Ya arriba (en el 5to piso, malpensados), ella sintió la obligación de servirle algo de tomar, y casi salta del balcón cuando el sujeto le pidió un te con leche… Puso el agua y automáticamente se metió en el baño y mandó un S.O.S. a un amigo que vivía cerca. A los pocos minutos este la llamó e inventó alguna historia que demandaba su presencia urgente. Cuando se lo anotició a su compañero, este permaneció inmutable, y tranquilo le contestó que no había problema… que la esperaba hasta que llegara. Quedó atónita, escrutándolo como a algo que funciona con reglas o códigos diferentes a las buenas costumbres. La estocada final fue el pedido de algo para leer hasta que ella volviera.
No volvió, obviamente. Nadie volvería.
14 hs. del domingo. La llamó antes de irse, jugándose el último cartucho. Lejos estaba ella de recibir esa bala; pero desesperada por recuperar su territorio: Se hizo la indiferente y balbució algo así como que no volvería hasta quien sabe cuando. Tranquilo, sabiendo que había dejado todo, camino las 10 cuadras que lo separaban de su casa y se fue a seguir durmiendo.

martes, 30 de septiembre de 2008

de autos punto com

Típico viernes de típico chico de Barrio Norte con camioneta y novia típicas. La buscó después de comer, fueron a tomar algo, típica charla, y le propuso devolverla a su hogar cuando -tras su tercer bostezo- ella le preguntó si estaba muy cansado.
Entre más bostezos y promesas de destruir la cama hasta el día siguiente se despidió, raudo, de su novia. Sus ojos siguieron los pasos de la chica hasta que hubo entrado en el edificio; inmediatamente le dedicó toda su atención a la pantalla de su cel, esperando la respuesta al mensaje anzuelo enviado apenas su novia bajo de la camio. Picó. Una ex compañera de laburo no tenía nada que hacer y le divirtió salir nuevamente con este joven porque la pasaba a buscar, le pagaba todo y la volvía a llevar, mejor no dar detalles.
Paró en un semáforo pero la camioneta no volvió a arrancar. Llamó a su novia para que le diese el teléfono del Auxilio. Cuando le dio la ubicación exacta, ella se percató que era a 10 cuadras de su casa, pero para el otro lado…
-¿Qué haces ahí?, le pregunto suspicaz.
Sin siquiera dudar un instante, como si le hubiesen preguntado “de qué color es el caballo blanco de San Martín?” –Iba a lavar la camioneta.
-Está bien, pero como estabas cansado…
-Estoy… pero mañana me da fiaca.
Esta charla que para muchos seres humanos es inaudita, era algo muy lógico dentro de la pareja, porque él, calculador como Pitágoras, la había llevado varias veces en horas estrambóticas a lavar el auto, para tener una coartada cuando lo necesitara.

Un sujeto muy parecido al anterior, aunque ya casado con una chica similar a la anterior también. Bajó antes del departamento para ir sacando la camioneta del garaje, mientras que ella se terminaba de arreglar para ir a comer a lo de alguien.
Ya en el auto, ella miraba distraída por la ventana, mientras el manejaba, no concentrado del todo. De pronto una alarma roja que titilaba muda entre ambos asientos le puso los nervios de punta: alguna de sus “amigas” había dejado un zapato en la camioneta… Evidentemente su mujer aún no se había percatado de ello, pero hasta cuando? ¿Qué hacer en esta situación? Sin demostrar la desesperación que recorría su cuerpo en cada una de las repentinas 180 pulsaciones por minuto, aprovecho un ignoto grupo de transeúntes y la arrancó de su somnolencia preguntándole, casi feroz, si ese no era su hermano. Aprovechó los segundos que tomo su mujer en escrutar el grupo y arrojó el zapato traicionero por la ventana. Casi…
Llegaron al destino y su mujer se empezó a mover en el asiento haciendo un chequeo del suelo del auto. “No encuentro mi zapato” le dijo incrédula (nota: los mentirosos compulsivos suelen mantener sus mentiras con mentiras más insólitas que la inicial. La clave está en demostrar seguridad y tratar de encontrar las inexistentes grietas en el silogismo del engañado, hasta el punto de hacerlo dudar de si mismo). “¿Estás segura que lo trajiste?”… Nadie que haya terminado el secundario puede pensar que esta historia tiene final feliz para el engañador, pero es así, entonces debemos enfocarnos en la engañada: o está muy enamorada o es muy idiota (nota 2: el amor es el mejor creador de realidades paralelas, que tamizan las acciones de las personas a las que se le destina un amor incondicional).

martes, 23 de septiembre de 2008

gas natural comprimido

De novios hacía poco. Pasó todo el Domingo en al casa de ella donde hubo asado, coca, vino, pan, helado, café y galletitas. El primer aviso de su cuerpo lo recibió a las 7 de la tarde, pero no daba para utilizar su baño todavía; no para hacer eso. Hizo pis varias veces, hasta que no pudo ir sin que le den retorcijones. En un momento de desesperación, fue nuevamente al baño de abajo, donde en cualquier momento alguien podía tocar la puerta, o lo que es peor: podían entrar atrás suyo antes de darle tiempo al olor de emprender la retirada. Abrió las canillas y liberó un pequeño gas, que vició en pocos segundos el habitáculo. Su instinto de supervivencia lo previno de dejarse llevar por la naturaleza, la mente dominó al corazón y pudo salir de ese baño sin haberse desecho de nada.
Tipo 10:30 ya no había forma de sostener el gobierno de facto de la cabeza y encima, ella se estaba poniendo cariñosa. Simuló un poco heroico malestar y logró que le llamara un remisse. Ya en la puerta, y con el vehículo por llegar, comenzó el ritual de despedida, y ella, sumamente perceptiva, lo notaba disperso, pero le adjudicó la dispersión a su malestar, y no estaba tan errada, salvo que su malestar no tenía origen donde él le había dicho. En fin, con el remisse en puerta, huyó de los brazos de su amada. Dio dos pasos y pisó una baldosa floja, que si bien no lo escupió, produjo un movimiento inesperado y dejó salir otro poco de veneno. Era una fría noche de invierno. Cerró la puerta del auto y se percató que algo lo había seguido hasta allí adentro. El chofer también se percató, ya que no dudó en bajar un poco la ventana.
El viaje le pareció más largo que los de Colón, pero finalmente vio tierra firme. Le solicitó al navegante unos minutos para bajarle el dinero.
Llego a su casa, pero no llegaba, entonces sólo pensó en su baño y allí se dirigió raudo. Un tiempo después salió, relajado y feliz. Su madre le sirvió comida y el acudió, pero antes prendió el MSN para ves si había alguien. Había alguien, así que agarró el plato y se lo llevó a la PC, donde chateó hasta altas horas.
Al día siguiente llamó a su novia, para contarle que ya se sentía bien, y ella le tiró un “me tenías preocupada” que lo arrancó de su letarguismo de lunes. Ante su silencio, ella tomó la palabra “nunca le pagaste al tachero… ¿qué te quedaste haciendo?”

martes, 16 de septiembre de 2008

flechazo

Viaje de Buenos Aires a Río Negro en colectivo, por supuesto, de larga distancia. El asiento vacío junto a él fue ocupado, en plena noche, por una chica que descendería algunas horas antes que él, pero igualmente flechada por Cupido y con la certeza de haber escrito su teléfono (prefijo incluido) en el pasaje de ese pasajero simpático y jovial.
Él la llamó y se rieron un buen rato de lo loco de la situación. Ella lo llamó y ya charlaron un poco más serios. Él la llamó y llegó a extrañarla, hasta que ella lo llamó y sembró la idea. En llamados subsiguientes germinaron, regaron y cosecharon la idea fantástica de que él viajara a verla, aprovechando que vivía con una amiga.
El viernes a la noche se tomó un colectivo que lo arrojó en la ciudad de su amiga que lo esperaba ansiosa en la Terminal con la nariz ganchuda, paleta (diente frontal que se ve si o si, no es uno de los de atrás que safa) negra, granos y bigotillo tipo Cantinflas. Era toda fea, y a diferencia de lo que suele ocurrir, no era muy divertida tampoco. Lo llevó ansiosa a su casa, mostrándole vagamente la cuidad. El desayuno murió instantáneamente en las fauces del joven que no contento con ello, pidió una cama para reposar. No estaba cansado, pero no creía soportar la fealdad de quien lo hospedaría TODO el fin de semana.
Almorzaron y la idea de ir a pasear con un amiguito por la plaza y centro de la cuidad, que nunca había sido testigo de semejante hecho, de deshizo cuando el se fue a dormir la siesta. Como ya no encontraba una posición cómoda en la cama y se acercaba la hora de comer (se había salteado el té), salió del cuarto, y tras la puerta del pasillo pudo oír un murmullo sospechoso. Ella había organizado una bienvenida con todos sus amigos para que conozcan a su príncipe rionegrino. Para gran sorpresa de los presentes, el que se hospedaba en casa de su amiga no tenía lentes oscuros ni bastón blanco.
La remó hasta que le dolía la cara de sonreír y se retiró a sus aposentos a eso de las once. El encargado de la empresa de colectivos se sorprendió cuando vio llegar al primer pasajero a Río Negro seis horas antes de la hora anunciada, y con un plano para no perderse.

martes, 9 de septiembre de 2008

si estuviese despierta

Clásico domingo primaveral de estudiantes del interior en Buenos Aires: en la plaza con mate, bizcochos y resaca. Todo era como debía ser hasta que uno de los tres muchachos divisó en la orilla de la plaza, que se eleva cómo una isla para los náufragos voluntarios del océano de asfalto y hormigón, una joven sirena rubia, pero sin cola de pescado y –para desgracia de todos- con el torso cubierto. Los tres la miraban azorados, mientras ella ingresaba en los verdes prados del parque y armaba campamento a unos 30 metros del suyo. A decir verdad el de ella era un campamento humilde, con tan sólo una mochila, sin mate, sin bizcochos pero con bastante sueño, ya que con la mochila como almohada, se durmió. Todo esto sólo lo seguía uno de los chicos, que por obvias razones se había interesado más en la chica que en la típica charla de clásico domingo primaveral de estudiantes del interior en Buenos Aires.
“Si estuviese despierta, iría a hablarle” tiró, irrumpiendo en la charla ajena. Obviamente basaba toda su premisa en el hecho de que la chica estaba dormida, y no cambiaría su estado. En otras palabras, se hacía el superado con sus amigos, que lo conocían y sabían que no lo haría, pero como ella estaba dormida, no podían obligarlo. Él había sido bien claro: “si estuviese despierta…”
Siguieron charlando de nada, mechando de tanto en tanto el asunto de la timidez/caradurez del destacado del día. En determinado momento, el valiente vio por la esquina de su ojo que la chica se incorporaba sutilmente, sin hacer movimientos bruscos, de ahí que los otros dos no se percataron de ello, no siendo informados de las nuevas por el tercero. Obviamente cinco minutos después se dieron cuenta, y con su honor en juego tuvo que suprimir los 30 metros que los separaban y estar por lo menos 10 minutos hablando con ella, ese era el trato.
Ella lo exhortó con la mirada pero no encontró en su archivo algo que le dijera quien era ese flaco que estaba parado frente a ella y que se esforzaba por decir algo. Sabía él que la primera frase le daría vía libre para los siguientes diez minutos o lo sentenciaría de inmediato; debía ser gracioso, original y no tartamudear, además de demostrar una postura de no-tengo-nada-mejor-que-hacer y como soy cool no me da vergüenza hablar con una desconocida. Todo eso le pasó por la cabeza en el último metro recorrido.
La verdad es siempre la mejor ruta, por lo que le confesó que había querido sobresalir entre sus amigos y que por eso estaba allí. Ella se apiadó del tímido pero gracioso muchacho que había estado dispuesto a vencer su vergüenza. Le concedió los 10 minutos requeridos e hilaron una charla amena. Sólo duró 10 minutos porque ella “justo se estaba yendo”. Cuando regresó a la burda compañía de los suyos, se percató de que no le había pedido el teléfono.

martes, 2 de septiembre de 2008

subsuelo

Terminaron el entrenamiento, se bañaron, peinaron, desodorizaron y antes de las 11 y media estaban arribando a los cines de Recoleta. Viajaban en un Orion semi desvencijado que hacía fuerza para mantener las ruedas en línea, producto de sobrecargarlo más de lo necesario. Llegaron al tercer subsuelo y corrieron a la boletería; obvio, no quedaban entradas. Plan B: al Abasto, que suele estar despierto hasta más tarde que su joven prima new-rich. Esperaron al conductor al final de esa garganta que escupe autos desde las tripas profundas del cine. El “no puede tardar tanto” se esfumó con el darse cuenta que estaban parados en la entrada, en fin… ya en la Salida, no podía tardar tanto. Lo llamaban y nada. Uno que fue a ver que onda, tampoco volvía, hasta que volvió. El auto había perecido y no había resurrección posible.
Llamaron al ACA que llegaría “lo antes posible” haciendo hincapié en el hecho de que el auto estaba muy abajo.
Lo antes posible resulto ser casi dos horas y media, en las cuales los jóvenes no encontraron más entretenimiento que embocar de una patada, un globo ¾ desinflado por la ventana del auto parados a dos metros de distancia. Obvio que con puntaje. Obvio que con prendas tales como correr en bolas por el estacionamiento o ir de acá hasta allá en cuatro patas con el calzón clavado, ida y vuelta.
Llegó el mecánico con uno que lo estaba esperando en la superficie, no traía herramientas, sólo mucha experiencia en la mano derecha y otro tanto de sueño en la izquierda. En resumen: no pudo hacerlo arrancar, mandó a uno de los chicos a buscar sus herramientas, no pudo hacerlo arrancar y por supuesto, habían hecho caso omiso a la advertencia de dónde descansaba el auto, y la grúa no entraba.
Escucharon otro “lo antes posible”, que resulto ser, afortunadamente, menor al anterior. La mini grúa se aventuró barranca abajo en busca del Orion gris semi destartalado que ya estaba demasiado cansado para andar. Lo encontró. Lo enganchó. Lo arrastró hasta que la barranca caracol empezó a complicar el rescate. Lo que a velocidad normal de estacionamiento (15 Km./h) suele hacerse en 4.8 minutos, tardó 15. La fila de autos era interminable y el coro de bocinas, ensordecedor. Los amigos del conductor trotaban a los lados del auto, protegiéndolo como si Kennedy fuese adentro.
Casi dos películas después, vieron nuevamente el cielo estrellado, pero ya era muy tarde para ir al Abasto.

martes, 26 de agosto de 2008

cometa Halley

Noche looser de aquellas. Se habían juntado en lo de uno del grupo los amigos del colegio y otros amigos descolgados. Un par de los descolgados cayeron comiendo gelatina de naranja y vodka, en un tupper.
Resumen de la noche: se emborracharon, rebotaron en dos o tres boliches y taza-taza.
El que había empezado la noche con gelatina y otro volvían juntos. En una de las plazas de Libertador vieron que uno de los carteles de publicidad, verdes, con el marco trenzado y esa especie de ovalo en el lado superior, yacía en la vereda, inerte, tras el golpe de algún vehiculo fugitivo. Había sido una mala noche, pero tendrían un trofeo de guerra. Se precipitaron hacia él: trataban de desmenuzarlo a patadas y con las manos cuando las entrañas de la plaza vomitaron un par de policías que habían estado observando todo. “Me podés explicar que estás haciendo” le preguntó directamente al que estaba parado sobre donde iría pegado el cartel publicitario. No podía contestarle absolutamente nada que tamizara un poco la situación. “Vimos todo” fue la guarnición del segundo policía, como suponiendo que con el plato principal no hubiese sido suficiente. Trataron de recurrir al sentido común de los uniformados… que ilusos. Los jóvenes trataban de disminuir el episodio alegando que el cartel ya había sido derribado cuando ellos llegaron y que era imposible que lo tiraran a patadas pero solo recibieron un Esto lo arreglamos acá o lo arreglamos en el destacamento. Tres veces tuvo que repetir la frase quien debía servir y proteger, para que los ciudadanos entendiesen. Es que estaban volviendo de salir, y tenían menos de cuatro pesos, pero vivo cerca y busco más, porq Esto lo arreglamos acá o en el destacamento… Arreglémoslo acá, pero es que sólo tenemos Esto lo arreglamos acá o en el destacamento. Por fin los jóvenes entendieron, y le entregaron la cuantiosa cantidad que hace entendible que un policía decida ennegrecer su conciencia, de tres pesos con ochenta y cinco centavos, que fueron contados por el cabo en las narices de los muchachos.
Retírense y no quiero volver a verlos en esa plaza.

martes, 19 de agosto de 2008

en el Shopping

Llegó con el auto deduciendo, por la hora de la tarde que era, que la mayoría de las habitaciones estarían desocupadas. Las temáticas estaban todas distribuidas al rededor de una playa de estacionamiento común a todos los usuarios. “Que incomodo encontrarse con alguien acá” pensó, pero sin darle demasiado lugar a perderse en sus pensamientos y que la chica que lo acompañaba no lo sintiera poco afectuoso. Fue sin pernocte.
Consumieron el turno. Estaba pronto a subirse nuevamente al auto y no dejar sola a su ocasional acompañante cuando -hecho el paneo general del estacionamiento- distinguió el auto de Ramiro: un inconfundible Gol verde con una calcomanía de Egresados 95 cerca de la luz derecha. Tentado por el estímulo, y conociendo una manera no ortodoxa de abrir la puerta del acompañante de ese Gol verde viejo, se propuso terminar todavía mejor el día. Se metió en el auto de Ramiro sin esperar la aprobación de Valeria y le sacó el equipo de música, que era de esos que salía todo completo. Aún no sabía el desenlace de tal acción, pero en ese momento poco le importó, sólo imaginó a su amigo tratando de explicar en la mesa familiar dónde le habían robado el aparato.
Esa misma noche fue a lo de Ramiro, antes de comer, para no perder detalles de la ejecución pública, pero nada. Estuvieron un rato viendo tele y nada. Hablaron de sus respectivos días y nada. Le dijo dónde había estado esa tarde y nada. La idea de que era un chorro y que había robado el auto a otra persona comenzó a germinar en su cabeza, empezó a dudar de sus propios ojos y de esa maldita calcomanía, ¿podría haber dos autos tan similares?
Su ensimismamiento fue irrumpido por la dulce voz de Carmen, la mamá de Ramiro, que los llamaba a comer. Se veía en su cara que algo le sucedía, y ante la pregunta de su marido, ella contestó que ese día de habían robado el equipo de música del auto… el amigo casi se cae de la silla, aunque nadie lo miraba. “¿Dónde dejaste el auto mamá?” le preguntaron todos recibiendo un “En el estacionamiento del Shopping” muy de ama de casa que no va a otro lugar.
En ese momento comenzó una batalla ética en lo más profundo del amigo, entre decir o no la verdad. Él sabía dónde había estado Carmen, pero era un dato que sólo conocía él, Carmen, el acompañante que obviamente no era su marido, y a los sumo alguna amiga de ella.
Finalmente decidió entregarle el aparato a su amigo, diciendo que había encontrado el auto en el Shopping y que pensando que era él, le había sustraído el bien material. Ramiro hizo extensiva la disculpa hacia su madre quien disimuló muy bien. Nunca más se habló del tema, pero al amigo dejo de frecuentar la casa de Ramiro.

martes, 12 de agosto de 2008

tránsito ligero

Era su primer veraneo solas y el lugar elegido era el punto de la costa argentina donde los chicos usan short de equipo de la B, remera de rock nacional y gorra. Como las adultas responsables que habían sido capaces de liquidar el difícil escollo que es el colegio secundario, no las intimidaba veinte días juntas. Fueron al súper y compraron cerveza, fideos, arroz, salsas, galletitas y un poco más de cerveza.
No hay Activia que resista, por lo que la décimo día había dos que no tiraban la cadena hacía seis. Habiendo agotado las soluciones caseras, fueron a la farmacia céntrica, donde la gente se acercaba a buscar protector solar o manteca de cacao a lo sumo. Se sintieron observadas, discriminadas y muy solas dentro de ese local repleto de gente. Ante la atónita mirada de su amiga, una de ellas se fue a mirar… ojotas dejando a la otra frente a frente con la vendedora. La miró a los ojos, buscando ese código genético intrínseco de camaradería entre mujeres, y con un fino hilo de voz le comento su situación. El código femenino.doc había sido borrado hasta de la papelera de reciclaje de esta vendedora; giró 180º y le presentó la situación al farmacéutico, sin reparos. Todos, incluida su amiga, la juzgaron. “Purgante” sentenció el farmacéutico. Con la vergüenza a cuestas se dirigió a la puerta mientras su amiga se acercó sigilosa al mostrador y pidió chicles laxantes y un protector solar.
Esa misma tarde estaban en la playa cuando, victima del relax post vergüenza en dosis alta, el intestino de la primer chica se descontracturó. En la siguiente diapositiva la encontramos feliz de la vida arreglándose para salir a romper la noche. Su amiga seguía en la vereda de enfrente, esperando que su organismo de diera luz verde.
Estaban en el boliche cuando la que seguía con el problemita desapareció entre la gente, con su pollera que era poco más ancha que un cinturón y coronaba unas no muy torneadas piernas. Volvió hecha un trapo y con lágrimas en los ojos soltó un gillotínico “Me cagué…”. Ante la atónita mirada de sus amigas, se sintió interrogada y siguió “tuve que sacrificar…” no pudo terminar la oración. “Igual, la tengo en el bolsillo”. La cara de todas la obligó a irse del lugar que, como frutilla del postre, tenía una larga escalera donde chicos con Topper y jeans gastados se sentaban a ver chicas.

martes, 5 de agosto de 2008

desconectadas

Estaban tan estresadas por ese primer año de CBC que decidieron no usar reloj esas vacaciones. Tampoco era usual ver teléfonos celulares en cada bolsillo de caballero o cartera de dama. En definitiva, la idea era desconectarse. Cuando un grupo de amigos llega a una casa de veraneo, reboléa los bolsos, ve dónde hay un lugar cerca para comprar cerveza para la noche y se va a la playa. Cuando un grupo de amigas llega a una casa de veraneo, eligen las camas, deshacen las valijas y ordenan la ropa y los utensillos del baño, limpian y ordenan un poco, total queda mucho tiempo. Para ellas la casa estaba demasiado sucia, por lo que la limpiea duró mucho y las agotó, por lo tanto las vacaciones -y la dsconección- empezaban al otro día.
"¡Nos quedamos dormidas!" gritó alguna y se cantaron los turnos para el baño. Ya limpias y preparadas, con la vianda embolsada fueron a la playa. Debe haber mucha joda de noche, fue la deducción, al ver que a esa hora del día donde el sol estaba más cerca del oste que del mediodía, no había mucha gente en la playa. Como el horario de protección ya había pasado, no se preocuparon demasiado por el protector solar. Cansadas de no ver mucha gente, algunas emprendieron una caminata hacia otras playas en busca de algo o alguien que le pusiera un poco de sal a esa jornada tranquila.
Cuando volvían se dieron cuenta que el resto del grupo estaba un poco más jocoso y se escondían bajo las toallas y pareos, pues hartas de que no apareciera nadie, preguntaron la hora alguno de los gerontes reposantes y esté, como tantas otras veces, llevó luz a las suposiciones jóvenes e inmaduras; estaban en la playa hacía ya un par de horas y eran recien las 11 de la mañana.
¿Se habrán quedado?

martes, 10 de junio de 2008

tacos, rimel y rouge

Quinto año: el fin de un ciclo, creciendo juntos, muchas cosas vividas, y antes del "que no se corte" viene el viaje. Brasil en el 1 a 1 noventoso. La fiesta del mariposón estaba rebotando en la cabeza de los chicos desde las charlas previas al viaje. Llego el día de la noche esperada y la logística fue fabulosa: compraron mucha cerveza en un mercado turbio, y la dividieron en las 3 heladeritas de los cuartos del piso, previamente vaciadas. Las chicas los vistieron, maquillaron y peinaron. El barcito de la previa era una fiesta, al igual que el colectivo y la fila para entrar. Era obvio, fueron directo al baño de chicas, a cobrar un beso la utilización de los mismos. El boliche parecía el lugar elegido por una horda de amazonas para un ritual milenario. Todo daba vueltas, era Argentina en Brasil, con representantes de todas las provincias.
Se puso a hablar con una chica verdadera, que estaba de novia y supuestamente era fiel y lo amaba. ninguno pareció acordarse de esa frase media hora después, a los besos en un cantero del boliche.
Una alarma interna lo arrancó del encanto etílico. Se despidió de la chica y entro nuevamente al recinto, donde ya no quedaban muchas mujeres (verdaderas o falsas). El tema gravitaba entre lo complicado y lo peligroso, porque sabía que estaba mucho más allá de "no se pasen de esta avenida y aquella, porque no es muy seguro". De pronto vió que todavía quedaba un colectivo en el estacionamiento, era de unos cordobeses que se ofrecían a llevarlo, pero lo dejaban a 20 cuadras de su hotel. ni lo dudó.
Cuando bajó del colectivo se orientó y comenzó a caminar en línea recta por la avenida costanera, que lo acompañaba hasta su hotel.
Las noches en Brasil empiezan y terminan más temprano, por lo que siempre había tiempo -después del boliche y generalmente beodos- para ir a la playa. En eso estaban los 4 cuando ven a media cuadra un travesti impresentable, casi arrastrándose por las paredes de los edificios para no trastabillar. Fue gracioso, pero se transformó en anécdota cuando unos pasos después, descubrieron que era su compañero, a quien todos los santos y duendes circundantes protegieron para que llegara sano y salvo.

viernes, 30 de mayo de 2008

hasta la tumba

Estudiaban tan lejos del nido que cuando volvían una armonía cómplice, melancólica y memoriosa reinaba era la diva de las sobremesas. En determinado momento y mientras construían una lista con las manías de su madre, el ítem de “Cerraba todas las persianas a la hora de la siesta” se vio desbordada por la risa violenta, atragantada como un secreto. Pensando que su hijo se reía de antemano por la explicación que ella quería dar sobre el porque de la manía, lo miró cariñosamente y cuando todos en la mesa esperaban que el silencio fuese el telón del discurso de la que ocupada la cabecera, un testimonio apócrifo irrumpió el comedor.
Todos en la familia sabían que su madre cerraba las persianas por seguridad, ya que la soledad de las calles en las siestas del interior es cómplice ideal de fechorías circunstanciales.
Estando frente al portón se percató que no había llevado las consigo, pero pareció no preocuparle demasiado; conocía el modus operandi para esa situación: presionando con determinada fuerza en los lugares indicados, la ventana doble-hoja del cuarto de su hermana –que daba a la calle- se abría. Procedió.
Algo no andaba bien, ya que la traba de abajo no cedía, mientras que al liberada la superior, la ventana hacía un cada vez más violento, movimiento pendular. En el momento en que se debaten la idea de parar o la de realizar esa acción con más énfasis (siendo generalmente la primera de estas el mejor camino), su mano traspasó el vidrio. Sudor frío en la espalda, ese que nos concientaza del peligro al acecho. No miedo a su corte en la mano, sino al castigo desmedido de su madre. No tenía mucho tiempo, por lo que actuó antes de pensar. Tomó una piedra del jardín, abrió la ventana y tiró la piedra debajo de la cama de su hermana simulando un atentado (no es un dato menor destacar que durante años ella tuvo miedo de que su cuarto de a la vereda) y huyó a lo de algún amigo. Esa noche firmó un acuerdo tácito con su conciencia, que sólo de rompió cuando el tiempo había transformado la fechoría en anécdota.

lunes, 5 de mayo de 2008

del dicho al hecho...

Sábado. Noche. Boliche. En la barra esperando que el barman se dignara a mirarlo. Decidió sacar un As de su manga: a su lado había una chica en símil situación, pero que siendo mujer tenía más chances que él, por lo que inventó de la nada una charla que en la quinta oración le rogaba disimuladamente que agregara su pedido al de ella “porque seguro que a vos te da bola primero…”. Ya cada uno con su respectivo trago, siguieron hablando de cualquier cosa, hasta que apareció una amiga de ella –para llevársela, pensó él, equivocadamente-. Se quedaron hablando, y el se dio cuenta que la amiga era bastante más linda. Para no ser tan obvio, simuló incluirla en la charla, para que el cambio de interlocutora se fuese dando de forma paulatina. Un hora después de conocerse en la barra, ella se encontraba buceando algún conocido en el boliche, a un par de metros de él, que no paraba de hacer reír a su amiga. Vio a alguien y se fue.
Un rato más tarde fue a “rescatar” a su amiga, que no podía –en realidad no quería- dejar de hablar con ese flaco. Hizo la obvia, -me acompañas al baño, de dijo sin preocuparle mucho que el escuche. El primer mandamiento femenino deja poco margen a interpretaciones apócrifas: Acompañaras a tu amiga al baño, sin importar que estés haciendo.
La miró a los ojos como diciendo que sabía que se terminaba ahí, pero ella pudo leerlo y lo tranquilizó, con el conocido “ya vuelvo” dejando como garante su saquito negro. Tardó más de lo aconsejable, pero volvió sonriente. Algo en su interior le dio luz verde, y cuando iba a pasar de los dichos a los hechos, la amiga la agarró del brazo y se la llevó corriendo, porque no se quien se había desmayado. Ella pudo liberarse de su captora, se le acercó, le dio un beso y como post data le soltó un “me encantó hablar con vos”. El no hizo más gesto que una sonrisa, típica del personas que saben algo que el resto ignora.
La miró irse, sin haberle preguntado el nombre siquiera, pero con el dato certero de que su amiga trabajaba con un compañero suyo de la facultad.
Ese lunes llegó temprano, agarró a su compañero le pidió que le pida a su compañera de laburo que le pida a su amiga que le de su teléfono para el chico que había conocido el sábado. Ese viernes la llamó y hablaron un buen rato. El miércoles pasó lo mismo, sólo que el la invitó a salir. Quedaron en hablar el viernes, pero ella nunca más contestó el teléfono.

jueves, 24 de abril de 2008

amigos son los amigos

“No puede ser que no nos sintamos un equipo. La amistad también requiere responsabilidad, no es sólo joda. El compromiso lo tomamos todos, sabiendo que esto podía pasar: es el último feriado del año y no vamos bien en el campeonato; pero ya no somos chicos y tenemos que hacernos cargo”. Esas, sus palabras, se clavaban en su conciencia mientras “internaba” a su abuela, estando éticamente obligado a viajar de inmediato. Y fue así como abandonó al equipo en pos de una aventura rutera en motorhome todo el finde largo, junto con un amigo y su hermano (ambos parte del equipo).
En una elegante casa que hundía sus cimientos en la botamanga de una montaña, en las afueras de Bariloche, suena el teléfono. Perezoso atiende el joven, que inmediatamente reconoce la voz de su compañero de estudio en Buenos Aires. “Esperame que ya salgo a buscarte, llegare en media hora” y cortó fugaz, no por poco aprecio sino porque se verían en media hora y dilatarlo no tenía sentido. Llegó al Centro Cívico, al puestito de turismo que está en el medio y preguntó por los hermanos Garrara. Ante el atónito mutismo del símil boy scout, “Son los hijos del intendente de… me dijeron que estaban…" vio la realidad clara como debe ser en realidad, sin todos los filtros que la gente le pone.
“Che Santi, vos tenés CTI, ¿no? Pasame tu teléfono que yo me quedé sin batería, le cambio el chip y listo”. Contexto: 4 de la mañana, fiesta wild on, 0.75 de alcohol en sangre pero había quedado en encontrarse con su novia, de ahí el periplo del cambio de chip. Sentado en la escalera marmolada de un edificio se dispuso a concretar el plan, atento a no mezclar los chips. Se alinearon los planetas y logró hablar con ella, aunque cuando quiso repetir la operación su novia no le contestó. La llamó 2 o 3 veces pero ella no contestó. Devolvió el teléfono y caminó a su casa. Luego de varios intentos la encontró, y se encontraron y durmieron juntos. Hasta aquí normal, lo raro fue cuando la tarde del domingo sonó su teléfono, y quien lo llamaba era el mismo… No sólo había remplazado los chips, sino que con el chip de su amigo había llamado a una chica homónima a su novia. Amiga de su hermana, las 4 de la mañana, había cierto histeriqueo… ¿Cómo pretende que la chica crea la historia del intercambio? Claramente él quería encontrarse con ella, el muy desubicado.
Terminaron el colegio y se fueron a estudiar a Buenos Aires. Algunos estudiaron más que otros, alcanzaron el título, matrimonio y volvieron a la tierra natal. Uno de los que había vuelto estaba de visita. Los irresponsables organizaron un asado en una terraza, y en determinado momento el ambiente se puso sensible, yacían varios frascos de vino al costado de la parrilla portátil, y medio con vos filosófica, uno de ellos miró al visitante a los ojos y espetó un gélido “Voy a tener un hijo”, lo abrazó, lo consoló, le auguró momentos mágicos. Él, no aguantó y comenzó a reír contra el pecho de su amigo, que nunca se imaginaría y supuso que lloraba, desconsolado. La amistad es el pilar que sostiene a las personas en momentos de tribulaciones, los códigos brotan en momentos difíciles, las riñas o desacuerdos pasan al olvido instantáneamente, la amistad como sentimiento puro se palpa en los ojos de todos, hasta que una carcajada produjo otra, y la bola de nieve fue imparable. Fuego le brotaba de los ojos al visitante, que no tuvo más reacción que perseguirlos a todos por la terraza, para infringirles al menos un poco de dolor.

miércoles, 9 de abril de 2008

hospedaje

Ring; ring. Ring; ring.
-Hola Toni, soy Puma. Pasó lo mismo que ayer… ¿le damos para adelante?
Ayer había ocurrido que todos los hoteles y hoteluchos de la ciudad (ubicada entre la capital y la cordillera) estaban saturados. El hotel donde trabajaba Puma no había sido la excepción, y tuvo que decirle no a varias familias dispuestas a pagar cualquier precio por una habitación.
Esa tarde Puma le relató la anécdota a su amigo de toda la vida, cuya gran casa se encontraba inhabitada.
-Si esta noche vuelve a pasar, me llamas y los metemos acá, y les cobramos una fortuna, había pergeñado Toni, con la idea de hacerse unos mangos antes de irse de vacaciones.
Puma seguía ahí, mientras Toni hacía cuentas mentalmente. Cincuenta mangos por persona, de los cuales el 50% serían para Puma y el 20% para la hermana menor de Toni, que había amenazado con delatarlo ante sus padres.
30% es mejor que nada… “Deciles que vayan a comer algo así me dan tiempo de organizarme, y que después vuelvan al hotel y vos les indicas como llegar” Clack!
La casa era realmente grande, y era Bagdad. Hubiese sido más cómodo demolerla que ordenarla. Maquiavélicamente convenció a una amiga de su hermana y al novio para que los ayudaran.
En medio de las corridas con Blem, aspiradora, trapos y Ciff llamó Puma para recalcar que no debían hacerlo quedar mal. Mucha presión sobre los lánguidos hombros de Toni.
Pasó otra hora, y a esta altura la casa brillaba por doquier, salvo el cuarto de sus padres, que había sido paradero de todas las cosas que estaban dando vueltas por ahí.
Ring; ring. Ring; ring.
-Hola Toni, ya salieron para allá. Llegaran en media hora a las Shell cerca de tu casa, andá a esperarlos. Te recomiendo que hagas un cartel con el apellido de esta gente. No me hagas quedar mal.
Pasaron cuarenta minutos y no llegaban. Decidió volver a su casa y llamar a Puma.
-Toni… ¡Feliz día de los inocentes!
Clack.

jueves, 3 de abril de 2008

volviendo a las raices (parte III)

Febo asoma, ya sus rayos iluminan el inhóspito campamento…nadie había pegado un ojo en toda la noche; la gran idea de convivir con la naturaleza caía presa del hambre y el mal humor generalizado. Se repartieron las últimas galletitas y unos caminaron río arriba, otros río abajo y el más escéptico se quedó acostado. Su egoísmo no lo dejaba ver que el hecho de quedarse ahí significaba una caña menos en el río tratando de pescar algo (o por lo menos –y a esa altura ya se conformaban con poco- serviría para que alguien más se entretuviera) por lo que se la robaron.
Volvieron todos al bunker a media mañana: los de río abajo traían dos truchas; los de río arriba traían una sola, además de una caña rota…
Mientras uno de los jóvenes hacía gala de sus dos años en la escuela del Gato Dumas, se escuchaba un rosario de improperios y un tratado sobre la violación a la propiedad privada, que resultó un espectáculo pintoresco como antesala del esperado almuerzo.
El chef, orgulloso, presentó su obra con un preámbulo de condimentos encontrados furtivamente que no encontró receptor alguno. Eran ocho adultos, y los tres peces no se habían multiplicado… DESAPARECIERON, se abalanzaron sobre ellos como beduinos a una cantimplora, y aunque tenían un rico sabor a romero silvestre en sus fauces, sus estómagos exigían más alimento.
Los que habían ido río arriba, se percataron que el lugar donde habían pescado era justamente en la explanada donde se encontraba el viejo árbol. Leña, peces… esa área parecía una porción del paraíso, que no dejaba de brindarles bienes y allí fueron nuevamente a ver que podían encontrar.
Dicho y hecho, comiendo unos ínfimos brotes a la sombra del gran árbol, divisaron una oveja con una cría. Mente superior domina mente inferior y allí mismo uno tomo una roca considerable y el otro un palo con pretensiones de garrote y se dispusieron a acorralar a los animales contra la barranca, para asesinarlos y comerlos. La oveja miraba, serena y ellos que se habían separado se acercaban sedientos de sangre. Cuando se encontraba a escasos diez metros los animales comenzaron un leve trotecillo a lo largo de la explanada rocosa como quien corre por el prado verde, y así como así, se pararon a cincuenta metros de los jóvenes. Testarudos por el hambre volvieron a intentarlo, y esta vez el ovino volvió por sobre sus pasos, para detenerse al pie de la barranca. Los miro, los estudió y decidió darles una lección: cuando se hubieron acercado por tercera vez, dio un salto de gacela y desapareció entre los matorrales llevándose consigo no solo su cría sino también la dignidad de ambos “cazadores”.
Volvieron al campamento y no dijeron una sola palabra cuando alguien propuso irse esa misma tarde, un día antes de lo pensado.

martes, 18 de marzo de 2008

volviendo a las raices (parte II)

Se aventuraron río arriba, con el impetu de un náufrago cediento de civilización, pero con la constancia de un chico de cinco años. A trescientos metros se toparon una explanada rocosa, de área irregular, pero delimitada por una suerte de barranca de un metro de tierra hacia arriba; y en la cima, un alambrado que impedía el paso. En medio de ese patio natural, un árbol seco, inerte pero majestuoso, recostado sobre uno de sos nudosos brazos, nostálgico por el agua que ya no acariciaba sus barbas. El hombre moderno suele resumir y codificar todo lo que captan sus sentidos; de ahí que no debe sorprender que ellos sólo vieran leña. Se arrojaron sobre él sacrilegiosamente, con sólo un tinte de culpa, al sacar más madera de la necesaria, pero, como no tenían otra cosa que hacer...
Ya era de noche cuando emprendieron la vuelta, luego de haber dispuesto las ramas de manera tal que serían "fáciles de llevar": dos bastante largas hacían las veces de tirantes, y todo el resto iba arriba. Eran cuatro los enfermeros, que con voluptuoso convencimiento llevaban a su víctima al crematorio. Pero las raices del árbol eran más largas de lo que pensaban, y no pudieron ir mucho más allá, se rindieron. Ya no era divertido, y sin un alimento digno en toda la jornada, el cerebro hizo de las suyas y fue el fin de la misión grupal: cada uno agarró lo que pudo y volvieron al campamento.
Todo estaba igual; sólo las suceptibilidades se habían elevado, y el tacto o la intención de no ofender con comentarios sarcásticos se había esfumado hacía ya varias horas. La garrafa no calentaba, entonces la comida no se hacía, entonces la espera se alargaba, entonces el hambre se multiplicaba, entonces el mal humor reinaba, entonces los modales se reducían, entonces las peleas afloraron, entonces el padre se fue a dormir, entonces resurgió el vino, entonces se prendió el fogon, entonces los ánimos se relajaron, entonces las estrellas volvieros a ser lindas y todos pudieron ser filósofos en potencia y la vida volvió a ser próspera. El vino no sólo les calentaba el alma, sino que embravecía el fuego.
Nuevamente se fueron a dormir, augurando una mejor jornada, o por lo menos con un poco más de alimentos.

martes, 11 de marzo de 2008

volviendo a las raices (parte I)

¿Qué tan complicado puede ser organizar un campamento?... Un destino, una Traffic, unas carpas, asado para la primera noche y una gran variedad de latas. Todo lo restante lo obtendrían de la Madre Naturaleza; más bien tratarían se sustraérselo con cañas de pescar.
Todos hombres, que buscaban encontrarse con sus antepasados -cazadores o recolectores- nómades.
El fluido caminar del agua, gélida, que va y va; desde los inmaculados picos cordilleranos penetrando el continente hasta llegar a su destino interminable; pinta a diestra y siniestra paisajes dignos de ser admirados. Un bosquecillo de arrayanes y sauces precedía los cuantiosos metros de playa pedregosa que se hundía -inerte- en las entrañas del Limay. Acompañados por el refulgente sol del atardecer se abocaron a los preparativos de la comida de bienvenida a este universo paralelo con fecha de vencimiento 3 noches y dos días después.
El único rastro de cultura eran una ínfimas parrillitas en forma de U que no llegaban más alto que las rodillas. La carne estaba sobre las brasas, las carpas bajo un frondoso sauce, la guitarra acompañaba una voz melodiosa y en el cielo habían más estrellas que gotas en el mar.
Era un grupo irregular, encabezado por el padre de varios de los chicos, que al irse a dormir inauguró el happy hour de vino barato comprado a la velocidad de la luz, para que el susodicho no se percatara de nada. El fogón, la guitarra y el vino en una noche cálida fueron condimentos suficientes para que la charla durara varias horas.
A las 6 de la mañana no había gallo ni patrón que pudiera despertarlos, pero las ganas de pescar había penetrado tanto en sus voluntades que casi tocaba la culpa, y se prepararon para una jornada con la naturaleza.
Siendo febrero, los peces estaban de vacaciones o tan satisfechos que no se dignaron a morder el artificial alimento que este grupo les ofrecía. Ya siendo las 12 hubo que pensar un plan B para los supuestos peces asados que tenían en mente, y la humilde garrafa que debiera calentaba más que un volcán, nunca pudo hervir el agua, y los fideos, pelados, se quedaron varios metros antes de estar al dente. Mal humor general y siesta.
Sabiendo que los peces generalmente pican a la tarde, dedicaron su tiempo al truco y a explorar el lugar. Volaron las galletitas a la hora del té, y en ese momento se instaló en el inconciente colectivo que la comida no alcanzaría, a no ser que pescaran algo…

viernes, 7 de marzo de 2008

me dijeron de una fiesta

Era el típico “vende humo”, pero ese jueves, una vez terminado el entrenamiento, su propuesta no parecía hacer agua.
En está esquina: con un peso de 40 kilos mojado… ¡IRSE A DORMIR TEMPRANO UN JUEVES! En esta otra, el retador y posible nuevo campeón nocturno: ¡FIESTA EN LO DE UNAS AMIGAS! No hizo falta ni que se pongan los guantes.
Tanto la experiencia evidencial como la sensorial les demostraron a los crédulos, que ese rumor se había corrido en más de un grupo de amigos.
El contacto dentro de la fiesta era una semi-pigmea de pelo crespo que no se detuvo más de unos instantes a hablar con ellos. Era un tres ambientes en el que siete alocadas adolescentes baliaban sin ser concientes (…) que la temperatura de los mortales circundantes iba aumentando paulatinamente. Como en épocas de guerra –pero al revés-, donde hay escasez de un sexo, las mueres cotizaban en Euros, y los chicos tenían patacones falsos.
Pero el destino es gracioso, y había un juguete que los niños no querían para navidad, y su precio se precipitó desde las góndolas hasta caer a la altura de estos 4 chicos. La petisa, alias “el contacto”, estaba hablando con su amigo nuevamente. Risas, manitos juguetonas y la charla aseguraban los cimientos, pero un tsunámico “¿a tu abuela no le molesta que hagas fiesta?” arrasó con todo… “y, no… se murió hace 3 meses”
No había forma ya no de tratar de remontar el barrilete de mármol; ni siquiera podían guardarlo, era física, técnica, probabilística y filosóficamente imposible remontarla.
Además, no paraban de entrar grupos de amigos al departamento, y no eran grupos que creían en la amistad entre personas de distinto sexo.
Frustrados y con más vergüenza que ganas, le pidieron a alguien que les abriera la puerta de abajo y se arrastraron hasta el auto, con el sound track de las excusas del promotor de la idea original.
Uno de ellos supo desde el principio cómo terminaría todo, y se ocupó de forjar un final alternativo, sacando de su bolsillo un par de prendas femeninas sustraídas del baño de la dueña. ¿Se habrá dado cuenta?

miércoles, 13 de febrero de 2008

yo se bailar

Él, de madre maestra y padre fallecido hacía mucho. Ella, de familia tradicional con doble apellido, casa grande, perro lindo y un par de autos. Él, de viajar mucho en tren, trabajar desde apenas terminado el colegio y hacerse camino escalón por escalón. Ella, de colegio bilingüe con uniforme y cuota alta, clases de guitarra y canto; y con un sendero de ladrillos amarillos bajo sus pies. Él, de veranos prestados en lo de algún primo. Ella, de mes y medio en la playa y navidades superpobladas de regalos.
Ella, de veinticincos de Diciembre en la casa de unos primos segundos de sus viejos, que ya habían pasado a ser amigos. Él, con la religiosa visita navideña a lo de sus primos año tras año...
Del matrimonio del Sr. Destino con la Divina Providencia nacieron las mellizas Casualidad y Coincidencia, mejores amigas de la bipolar Fortuna.
Ellos, que venían de lugares tan distintos, pero que mínimo, una vez por año se veían desde hacía mucho; de verse pasaron a mirarse, y de mirarse a buscarse. Quien busca encuentra y el amor no entiende absolutamente nada de estratos sociales, autos importados o industria nacional, y menos que menos de uniformes o guardapolvos...
Novios desde hacía poco, pero lo necesario como para ser invitado a una comida formal en casa de sus suegros. Y como el Jack de Titanic nunca sabremos si su seguridad y estampa de General Romano se debía a las sólidas raíces de su educación y conciencia de quién era o a sus excelentes dotes como actor y maquillador de los movimientos involuntarios de sus piernas, titubeos en el timbre de voz y hasta la poca colaboración de su cuerpo en la ingesta de alimentos.
Como para romper el hielo y a la vez demostrarle que la entrada a esa familia sería un poco más complicada, un tío de ella que nada tenía que ver con la parte de la familia que los conectaba, comenzó su discurso:
“Bueno Nachi, estamos todos muy contentos de que estés acá... Miguel y Marcela te conocen desde que sos muy chico y quieren mucho a tu mamá, pero eso no significa que le van a entregar a su hija a cualquiera. En esta familia nos gusta, conocer bien a los nuevos integrantes, y por eso –creo hablar en nombre de todos- te pregunto: ¿Qué sabes hacer bien?”
Demasiados pares de ojos lo tenían como actor principal de este momento de la tragedia... y sin embargo no se sintió amenazado. Suele suceder, pensó para sus adentros, que las personas que buscan intimidar, no tienen en sus planes que el intimidado les responda altaneramente. Casi sin saber lo que estaba diciendo, tomo los guantes de la mano del tío y aceptó el reto, duplicando la apuesta con un relajadísimo “yo, la verdad, que bailo muy bien...”
El silenzio stampa de la mesa y la incredulidad de todos los que de esta comida participaban se materializó en una improvisada pista de baile en el living, donde todo había sido dispuesto para su pasión.
Tomó a su novia de la mano, se paró en el medio de todos... tomo algunos segundos para escuchar la melodía, mientras los rostros del público se relamían con lo que iba a suceder (salvo que fuese Travolta, no había nada que los hiciera olvidar a lo largo de las siguientes décadas, la humillación que estaba a punto de auto-infligirse ese muchacho). Miró a todos a los ojos... “yo bailo bien... pero lentos”. Abrazó a su novia y le dio un beso que ruborizaría a más de una chaperona.
Incredulidad generalizada en la familia, que acababa de ser derrotada por ese joven de rulos castaños y libres, que se deglutía la joya de la familia como un irreverente y sin embargo estaba en todo su derecho ya que él sólo se había enfrentado a ese ejército que tantos triunfos ostentaba. Colorin colorado...