martes, 19 de agosto de 2008

en el Shopping

Llegó con el auto deduciendo, por la hora de la tarde que era, que la mayoría de las habitaciones estarían desocupadas. Las temáticas estaban todas distribuidas al rededor de una playa de estacionamiento común a todos los usuarios. “Que incomodo encontrarse con alguien acá” pensó, pero sin darle demasiado lugar a perderse en sus pensamientos y que la chica que lo acompañaba no lo sintiera poco afectuoso. Fue sin pernocte.
Consumieron el turno. Estaba pronto a subirse nuevamente al auto y no dejar sola a su ocasional acompañante cuando -hecho el paneo general del estacionamiento- distinguió el auto de Ramiro: un inconfundible Gol verde con una calcomanía de Egresados 95 cerca de la luz derecha. Tentado por el estímulo, y conociendo una manera no ortodoxa de abrir la puerta del acompañante de ese Gol verde viejo, se propuso terminar todavía mejor el día. Se metió en el auto de Ramiro sin esperar la aprobación de Valeria y le sacó el equipo de música, que era de esos que salía todo completo. Aún no sabía el desenlace de tal acción, pero en ese momento poco le importó, sólo imaginó a su amigo tratando de explicar en la mesa familiar dónde le habían robado el aparato.
Esa misma noche fue a lo de Ramiro, antes de comer, para no perder detalles de la ejecución pública, pero nada. Estuvieron un rato viendo tele y nada. Hablaron de sus respectivos días y nada. Le dijo dónde había estado esa tarde y nada. La idea de que era un chorro y que había robado el auto a otra persona comenzó a germinar en su cabeza, empezó a dudar de sus propios ojos y de esa maldita calcomanía, ¿podría haber dos autos tan similares?
Su ensimismamiento fue irrumpido por la dulce voz de Carmen, la mamá de Ramiro, que los llamaba a comer. Se veía en su cara que algo le sucedía, y ante la pregunta de su marido, ella contestó que ese día de habían robado el equipo de música del auto… el amigo casi se cae de la silla, aunque nadie lo miraba. “¿Dónde dejaste el auto mamá?” le preguntaron todos recibiendo un “En el estacionamiento del Shopping” muy de ama de casa que no va a otro lugar.
En ese momento comenzó una batalla ética en lo más profundo del amigo, entre decir o no la verdad. Él sabía dónde había estado Carmen, pero era un dato que sólo conocía él, Carmen, el acompañante que obviamente no era su marido, y a los sumo alguna amiga de ella.
Finalmente decidió entregarle el aparato a su amigo, diciendo que había encontrado el auto en el Shopping y que pensando que era él, le había sustraído el bien material. Ramiro hizo extensiva la disculpa hacia su madre quien disimuló muy bien. Nunca más se habló del tema, pero al amigo dejo de frecuentar la casa de Ramiro.

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