jueves, 24 de abril de 2008

amigos son los amigos

“No puede ser que no nos sintamos un equipo. La amistad también requiere responsabilidad, no es sólo joda. El compromiso lo tomamos todos, sabiendo que esto podía pasar: es el último feriado del año y no vamos bien en el campeonato; pero ya no somos chicos y tenemos que hacernos cargo”. Esas, sus palabras, se clavaban en su conciencia mientras “internaba” a su abuela, estando éticamente obligado a viajar de inmediato. Y fue así como abandonó al equipo en pos de una aventura rutera en motorhome todo el finde largo, junto con un amigo y su hermano (ambos parte del equipo).
En una elegante casa que hundía sus cimientos en la botamanga de una montaña, en las afueras de Bariloche, suena el teléfono. Perezoso atiende el joven, que inmediatamente reconoce la voz de su compañero de estudio en Buenos Aires. “Esperame que ya salgo a buscarte, llegare en media hora” y cortó fugaz, no por poco aprecio sino porque se verían en media hora y dilatarlo no tenía sentido. Llegó al Centro Cívico, al puestito de turismo que está en el medio y preguntó por los hermanos Garrara. Ante el atónito mutismo del símil boy scout, “Son los hijos del intendente de… me dijeron que estaban…" vio la realidad clara como debe ser en realidad, sin todos los filtros que la gente le pone.
“Che Santi, vos tenés CTI, ¿no? Pasame tu teléfono que yo me quedé sin batería, le cambio el chip y listo”. Contexto: 4 de la mañana, fiesta wild on, 0.75 de alcohol en sangre pero había quedado en encontrarse con su novia, de ahí el periplo del cambio de chip. Sentado en la escalera marmolada de un edificio se dispuso a concretar el plan, atento a no mezclar los chips. Se alinearon los planetas y logró hablar con ella, aunque cuando quiso repetir la operación su novia no le contestó. La llamó 2 o 3 veces pero ella no contestó. Devolvió el teléfono y caminó a su casa. Luego de varios intentos la encontró, y se encontraron y durmieron juntos. Hasta aquí normal, lo raro fue cuando la tarde del domingo sonó su teléfono, y quien lo llamaba era el mismo… No sólo había remplazado los chips, sino que con el chip de su amigo había llamado a una chica homónima a su novia. Amiga de su hermana, las 4 de la mañana, había cierto histeriqueo… ¿Cómo pretende que la chica crea la historia del intercambio? Claramente él quería encontrarse con ella, el muy desubicado.
Terminaron el colegio y se fueron a estudiar a Buenos Aires. Algunos estudiaron más que otros, alcanzaron el título, matrimonio y volvieron a la tierra natal. Uno de los que había vuelto estaba de visita. Los irresponsables organizaron un asado en una terraza, y en determinado momento el ambiente se puso sensible, yacían varios frascos de vino al costado de la parrilla portátil, y medio con vos filosófica, uno de ellos miró al visitante a los ojos y espetó un gélido “Voy a tener un hijo”, lo abrazó, lo consoló, le auguró momentos mágicos. Él, no aguantó y comenzó a reír contra el pecho de su amigo, que nunca se imaginaría y supuso que lloraba, desconsolado. La amistad es el pilar que sostiene a las personas en momentos de tribulaciones, los códigos brotan en momentos difíciles, las riñas o desacuerdos pasan al olvido instantáneamente, la amistad como sentimiento puro se palpa en los ojos de todos, hasta que una carcajada produjo otra, y la bola de nieve fue imparable. Fuego le brotaba de los ojos al visitante, que no tuvo más reacción que perseguirlos a todos por la terraza, para infringirles al menos un poco de dolor.

miércoles, 9 de abril de 2008

hospedaje

Ring; ring. Ring; ring.
-Hola Toni, soy Puma. Pasó lo mismo que ayer… ¿le damos para adelante?
Ayer había ocurrido que todos los hoteles y hoteluchos de la ciudad (ubicada entre la capital y la cordillera) estaban saturados. El hotel donde trabajaba Puma no había sido la excepción, y tuvo que decirle no a varias familias dispuestas a pagar cualquier precio por una habitación.
Esa tarde Puma le relató la anécdota a su amigo de toda la vida, cuya gran casa se encontraba inhabitada.
-Si esta noche vuelve a pasar, me llamas y los metemos acá, y les cobramos una fortuna, había pergeñado Toni, con la idea de hacerse unos mangos antes de irse de vacaciones.
Puma seguía ahí, mientras Toni hacía cuentas mentalmente. Cincuenta mangos por persona, de los cuales el 50% serían para Puma y el 20% para la hermana menor de Toni, que había amenazado con delatarlo ante sus padres.
30% es mejor que nada… “Deciles que vayan a comer algo así me dan tiempo de organizarme, y que después vuelvan al hotel y vos les indicas como llegar” Clack!
La casa era realmente grande, y era Bagdad. Hubiese sido más cómodo demolerla que ordenarla. Maquiavélicamente convenció a una amiga de su hermana y al novio para que los ayudaran.
En medio de las corridas con Blem, aspiradora, trapos y Ciff llamó Puma para recalcar que no debían hacerlo quedar mal. Mucha presión sobre los lánguidos hombros de Toni.
Pasó otra hora, y a esta altura la casa brillaba por doquier, salvo el cuarto de sus padres, que había sido paradero de todas las cosas que estaban dando vueltas por ahí.
Ring; ring. Ring; ring.
-Hola Toni, ya salieron para allá. Llegaran en media hora a las Shell cerca de tu casa, andá a esperarlos. Te recomiendo que hagas un cartel con el apellido de esta gente. No me hagas quedar mal.
Pasaron cuarenta minutos y no llegaban. Decidió volver a su casa y llamar a Puma.
-Toni… ¡Feliz día de los inocentes!
Clack.

jueves, 3 de abril de 2008

volviendo a las raices (parte III)

Febo asoma, ya sus rayos iluminan el inhóspito campamento…nadie había pegado un ojo en toda la noche; la gran idea de convivir con la naturaleza caía presa del hambre y el mal humor generalizado. Se repartieron las últimas galletitas y unos caminaron río arriba, otros río abajo y el más escéptico se quedó acostado. Su egoísmo no lo dejaba ver que el hecho de quedarse ahí significaba una caña menos en el río tratando de pescar algo (o por lo menos –y a esa altura ya se conformaban con poco- serviría para que alguien más se entretuviera) por lo que se la robaron.
Volvieron todos al bunker a media mañana: los de río abajo traían dos truchas; los de río arriba traían una sola, además de una caña rota…
Mientras uno de los jóvenes hacía gala de sus dos años en la escuela del Gato Dumas, se escuchaba un rosario de improperios y un tratado sobre la violación a la propiedad privada, que resultó un espectáculo pintoresco como antesala del esperado almuerzo.
El chef, orgulloso, presentó su obra con un preámbulo de condimentos encontrados furtivamente que no encontró receptor alguno. Eran ocho adultos, y los tres peces no se habían multiplicado… DESAPARECIERON, se abalanzaron sobre ellos como beduinos a una cantimplora, y aunque tenían un rico sabor a romero silvestre en sus fauces, sus estómagos exigían más alimento.
Los que habían ido río arriba, se percataron que el lugar donde habían pescado era justamente en la explanada donde se encontraba el viejo árbol. Leña, peces… esa área parecía una porción del paraíso, que no dejaba de brindarles bienes y allí fueron nuevamente a ver que podían encontrar.
Dicho y hecho, comiendo unos ínfimos brotes a la sombra del gran árbol, divisaron una oveja con una cría. Mente superior domina mente inferior y allí mismo uno tomo una roca considerable y el otro un palo con pretensiones de garrote y se dispusieron a acorralar a los animales contra la barranca, para asesinarlos y comerlos. La oveja miraba, serena y ellos que se habían separado se acercaban sedientos de sangre. Cuando se encontraba a escasos diez metros los animales comenzaron un leve trotecillo a lo largo de la explanada rocosa como quien corre por el prado verde, y así como así, se pararon a cincuenta metros de los jóvenes. Testarudos por el hambre volvieron a intentarlo, y esta vez el ovino volvió por sobre sus pasos, para detenerse al pie de la barranca. Los miro, los estudió y decidió darles una lección: cuando se hubieron acercado por tercera vez, dio un salto de gacela y desapareció entre los matorrales llevándose consigo no solo su cría sino también la dignidad de ambos “cazadores”.
Volvieron al campamento y no dijeron una sola palabra cuando alguien propuso irse esa misma tarde, un día antes de lo pensado.