martes, 30 de octubre de 2007

como en casa

Abrió los ojos, la luz había invadido la habitación. En seguida se sintió raro, el chequeo corporal inicial develó: dolor de cabeza, ardor en los ojos y boca pastosa... malestar general. Lo más extraño era que, durante la noche, o le había crecido otro brazo o alguien lo estaba abrazando.
Sábado de folleto: prebo con amigos, mucho alcohol, al boliche en grupo y que termine como a Baco se le ocurra. A esa salida base se le agregan algunos circunstanciales que hacen que cada sábado sea distinto. En el boliche había un grupo de enfermeritas en despedida de soltera cuyos disfraces fueron victimas constantes de ataques y flagelos. Se aburrió y se fue a su casa, comandado por su instinto de supervivencia, ya acostumbrado a tener que estar alerta por lo menos una noche por semana. Estaba a una cuadra cuando empezó a hacer el peritaje de sus bolsillos. Monedas (varias, de distinto valor), billetera (una), chicles (dos), celular (uno) y por último, llaves (ninguna). No era la 1° vez, aunque ahora no tenía una aliada que le brindara asílo político. Tocó el timbre... nada. Llamo a sus amigos... nada (no lo sabía, pero no tenía crédito). Siendo una persona muy proactiva fue a colgarse del timbre de un amigo (los hombres, a esas horas, no tienen pudor, vergüenza social o respeto por el prójimo). Caminó una cuadra, tratando de comunicarse con él, muy concentrado, de pronto “qué tenés en la cabeza?” había una chica parada frente a él, inquisitiva. La miró con cara de “de qué estás hablando Willis?” y ante la insistencia se palpó el cráneo y encontró una cofia de enfermera... Empezaron a hablar y a contarse sus respectivas noches. Veinte minutos después, ya sabían bastante el uno del otro y ella le ofreció hospedaje y el aceptó, siempre y cuando le prometa que no iba a amanecer en una bañadera con hielo. Vivía a pocas cuadras. El monoambiente tenía mesas (una), tele (una), sillas (dos o tres) y futón dos plazas (UNO!!). Se acostaron, ella con pijama y el con los pantalones puestos, miradas indiscretas (cuatro), caricias semi degeneradas (cinco), besos (dos), luego se quedaron dormidos.Pasó la hora, se acabó el hechizo: carruaje a calabaza, caballos a ratoncitos, Cenicienta a hermanastra y Príncipe a plebeyo. Ella lo acompañó a la salida, él no le pdió el teléfono. Taza taza. No se han vuelto a ver.

lunes, 22 de octubre de 2007

la escondida

Salieron esporádicamente a lo largo de un año. Él había decidido por los dos, que llevar un título era absurdo, y ella suponía que podía romper esa infranqueable barrera que rodeaba el corazón del chico por medio de visitas inesperadas, planteos y otras tácticas que tuvieron como consecuencia que él buceara en el mar de las excusas cada vez que ella rondaba cerca. Así un mes.
Un típico día de entre invierno y primavera, el sujeto se hallaba en su casa con su hermano, que estaba cocinando, de fondo se oía un partido de fútbol que acababa de empezar. En determinado momento, el hermano, estando al tanto de todo (cabe aclarar que es un tipo al que nunca hay que creerle nada, y que sólo dice la verdad cuando sabe que su interlocutor no le creerá y eso puede perjudicarlo), se acerca y le dice que su chica había tocado el timbre y que estaba subiendo. Obviamente no le creyó, y este se retiró con un sospechisísimo “Bueeeeeeeeeeeeeeeeno...” que hizo bastante ruido en la parte del cerebro de su hermano donde se alojan las dudas. De repente timbre, era arriba, ¿era ella? No podía ser nadie más. ¿Qué cara le pondría cuando lo viese allí, en calzones viendo un parido de fútbol, cuando claramente le había explicado que un amigo suyo había sido operado y que lo iría a visitar hace media hora? (sabemos que la excusa es burda, pero se había quedado sin material, y las típicas explicaciones ya las había utilizado tantas veces que una más hubiese sido tentar la suerte). Para colmo su hermano no la detuvo y ella se invitó a pasar, con un “estoy medio al pedo y no sabía donde ir”. Con la frente perlada, y la cabeza en blanco, no supo que hacer, no pensó en las consecuencias del único plan que se le venía a la mente, no pudo ver más allá de los 15 cm que tenía por delante de su nariz ni se interesó en el futuro inmediato. Se oyeron pasos y una voz que ya había empezado a odiar, se juró nunca más esquivar un “tenemos que hablar...”, se dió cuenta que más vale romper un corazón y ligar un cachetazo o bancarse una escena en un bar que seguir saliendo con alguien hasta el punto de tener que... tener que... verse obligado a... no encontrar otra salida que... ESCONDERSE DEBAJO DE LA CAMA (clímax en alguna película de Chaplin. Sólo queda describir a su hermano por medio de sus actos: invitó a la chica a comer algo y ver el partido, cómodamente sentada en la cama (un amigo el hermano). Terminó el partido, y ella se fue, por fin se dignó a irse, luego de haber hecho un pequeño duelo por la relación que acababa de morir, ahí en esa cama que tantas veces habían compartido, y que esa, la última vez que estuvieron en el mismo cuarto, los separaba como el muro que Israél construyó. Él nunca supo si ella se dió cuenta de toda la situación. Suponemos que nadie tiene semejante imaginación, pero siempre nos quedará la duda.

martes, 16 de octubre de 2007

voy en auto!

Hace algún tiempo, un sujeto notó que su mejor amigo estaba un poco sólo, y que debía ayudarlo a olvidarse de una chica. Bajo el axioma de "un clavo saca otro clavo", le dijo a su novia que le presente a alguna amiga. Ella encontró a la chica adecuada. Resulta que el amigo del amigo, y la amiga de la novia se conocieron por fin en una fiesta y hablaron mucho rato. Fin de semana siguiente y otra fiesta, y otra vez charla. Para hacer la cosa un poco más personal, entre los amigos decidieron invitar a las chicas a tomar algo a la casa del amigo del novio. La chica con la que había estado hablando los dos fines de semana anteriores, anunció su llegada a eso de las 23:30, feliz porque le prestaban el auto por primera vez (la chica vive en Martinez y el chico en Recoleta).

Suena el teléfono en la casa donde se iban a juntar la pareja formal y la pareja en potencia. Atiende... era "su" chica, que lo llamaba desde el celular porque se le había roto el auto ahí cerca. Sólo logro tranquilizarla cuando le dijo que iban para allá. Minutos más tarde estaban la pareja y el amigo del novio en el auto yendo a rescatar a la cuarta en cuestión. Llevaron el auto hasta la esquina de la casa del sujeto.
Transcurridas 3 horas, llegó el auxilio, haciendo oídos sordos a la notificación de que dos personas irían en la grúa (muy caballerosamente el sujeto se había ofrecido a acompañar a la chica hasta la casa -no sabemos con que intención-), ya que esta, que tenía espacio para tres personas, venía tripulada por dos individuos. Por lo tanto, el chico terminó acompañando a la señorita, que iba a upa de él, al lado de los dos mecánicos, hasta Martinez pensando seguramente en la recompenza...

Cuando la grúa por fin partió, invito a pasar al sonrojado pero sonriente muchacho a su casa, le llamó un taxi, le dio 20 pesos y un "muchas gracias" con gusto a muy poco.

Como corolario de la estupenda noche, el remisero que parecía ser un simpático viejecito, le termino cobrando 30 pesos, y luego se enteraría que el saldo desde el lugar de origen hasta el destino eran generalmete 20 pesos.

lunes, 8 de octubre de 2007

séptimo piso

Había conseguido el teléfono de una chica previo haberle mentido en todos los colores, pero el fin justifica hasta los más drásticos medios. El martes a la tarde le envió un primer mensajito, para recordarle que habían estado hablando y se supieron caer muy bien, aunque ella no se decidió a regalarle un beso. Mensaje va, mensaje viene (el histeriqueo es esencial). Finalmente el chico tomó coraje y cambió mensajes por llamada. La charla fue muy amena; la invitó al cine y ella aceptó.
-"Dame tu dirección y te paso a buscar mañana a las 9", le dijo ya casi de memoria, como quien ha recorrido ese camino tantas veces.
-"Dale, anota: XXXYYY 2345 séptimo piso", dijo ella mecanicamente, y sin dudar un instante.
-"¿Séptimo qué?", le preguntó el, sintiendo que ella escatimaba en los datos de la ubicación de su hogar.
-"Séptimo nada, es un piso…", tiró ella como no entendiendo que hay gente que no vive en pisos, sino en departamentos como cajas de zapatos.
Por suerte no estaban cara a cara, porque hubiese sido una situación sumamente incómoda. Él no supo ver los indicios.
Eran los últimos días del mes, por ende, el chico estaba justo con el efectivo, por lo que se tomó el atrevimiento de recortar unos “2 x 1” en las entradas de cine, que vienen con la factura de gas… un desprolijo.
Eran las 9 del día acordado, apretó el botón número siete y la dulce voz de la chica le anunció que en pocos minutos se encontraría con él. Cuando esto ocurrió, se perfumó el ambiente, sus miradas se entrecruzaron, se sentían como en una burbuja... que explotó con un burgués “¿tuviste problemas para estacionar el auto?”; un baldazo de realidad totalmente inoportuno. Ella, sumamente inocente, nunca podrá imaginarse lo milimétrico de su comentario, como para asestar en el centro de la confianza y auto valoración del sujeto. Remarla era imposible.
-"La verdad que no…, porque no tengo auto".
Ya era irremontable, todo estaba perdido y ambos lo sabían. Hubiese sido menos incómodo culminar con la cita en ese momento. Como ya estaba todo perdido la llevo CA MI NAN DO hasta el cine, no pochoclos, no beso, no segunda cita.