martes, 28 de octubre de 2008

tiro al blanco (escritor invitado: S. Bardy)

Corría un año de la década del noventa, alrededor del 96. Estaban unos amigos pasándola muy mal, pero muy mal en Costa Rica. Festejando el año nuevo, cerca de la playa, DJ en la calle, alguna botella circulando rápidamente. Bueno lo que ustedes ya saben. El programa de folleto era la fiestita popular en la calle más céntrica del mini pueblo llamado Monctezuma, que tenía fecha de vencimiento. Ponele que a la 1.30 de la noche el DJ se las tomaba, se iba, tiraba la bomba ninja. Todo el condado de Monctezuma sabía que una vez terminado ese evento había que ir al boliche ubicado en una colina a unos Km. de ahí. Los cinco en cuestión, amigos del secundario, fueron al boliche. Tomados, en la cresta, surfeando la ola bien, muy bien. Además Costa Rica es un país surfero. Llegaron con la tabla a la puerta del boliche. Con la sola mirada le suplicaron al de la puerta que era vital su presencia en la fiesta, a lo que recibieron un fatal: "Uds., no entran o vuelvan más tarde o la entrada vale mil millones de pesos o esto es un vip para no argentinos" o algo así. Cuestión que no podían entrar al súper boliche donde seguía la fiesta. Igual tampoco querían entrar mucho porque no pasaba demasiado adentro. Debían esperar a los que la tenían un poco más clara y llegaban un poco más tarde, más en pedo aún. La espera se hacia larga. Muy larga. Empezaron a impacientarse del aburrimiento y de la desagradable sensación de que te estas bajando de la cresta de la ola y no podes evitarlo… previendo la bajda, vieron que el piso era de cantorrodado, piedritas, de esas que hacen ruido grosso cuando vas en auto. Había latas también. Así que de repente… como surgen los grandes inventos de la humanidad, se armaron un maravilloso juego de tiro a la lata. Con el sonido de clanckk, su comatosa y desvencijada alegría aumentaba un poco y matizaba la espera, la cual se hizo más larga y tuvieron que profesionalizar el tiro al blanco poniendo la lata en el paragolpes de una camioneta. Surgieron una serie de reglas nuevas, puntajes y hasta jueces. Las bebidas seguían a la orden del día, siempre dispuestas a teñir de rosa las más opacas noches. Cuestión que el evento ya era a cara de perro borracho. Todo muy profesional. Es más en algún momento creyeron que estaban ahí sólo para jugar al tiro al blanco. De repente un foráneo al grupo se acerca a alguno, muy cerca… casi al oído mientras ese alguno acomodaba una lata en el paragolpes -¿Qué haces? ¿Qué están haciendo?, pregunto. -Jugando al tiro al blanco, devolvió el interlocutor con cara de ¿sos salame que no entendés? El “salame” lo invitó a seguirlo. Accedió. Da la vuelta a la camioneta codo a codo junto a él. Saca unas llaves, abre la camioneta, abre la guantera, saca un arma y dice: - ¿Porqué no practican bien el tema del tiro al blanco, tico (chabón en costarricense)? Con el instantáneo disfraz de indio carapálida, respondió el, a esta altura ya no tan seguro de si mismo, argentino - Creo que se nos fueron las ganas… A todo esto sus amigos no sabían nada de lo que estaba pasando. Posiblemente seguirían cascoteando la camioneta, al ver su cara empezó un diálogo muy ameno para ver cuál de los cinco recibía un tiro. El carapálida tenía un par de números más. De alguna manera la diplomacia los dejó a todos vivitos y coleando. Final feliz, según cuenta la leyenda.

2 comentarios:

María Lucila Ballatore Ferretti dijo...

jajajaja... genial!

Anónimo dijo...

Bardy es un genio! lo quiero de vuelta en pocas entregas por favor!