martes, 18 de marzo de 2008

volviendo a las raices (parte II)

Se aventuraron río arriba, con el impetu de un náufrago cediento de civilización, pero con la constancia de un chico de cinco años. A trescientos metros se toparon una explanada rocosa, de área irregular, pero delimitada por una suerte de barranca de un metro de tierra hacia arriba; y en la cima, un alambrado que impedía el paso. En medio de ese patio natural, un árbol seco, inerte pero majestuoso, recostado sobre uno de sos nudosos brazos, nostálgico por el agua que ya no acariciaba sus barbas. El hombre moderno suele resumir y codificar todo lo que captan sus sentidos; de ahí que no debe sorprender que ellos sólo vieran leña. Se arrojaron sobre él sacrilegiosamente, con sólo un tinte de culpa, al sacar más madera de la necesaria, pero, como no tenían otra cosa que hacer...
Ya era de noche cuando emprendieron la vuelta, luego de haber dispuesto las ramas de manera tal que serían "fáciles de llevar": dos bastante largas hacían las veces de tirantes, y todo el resto iba arriba. Eran cuatro los enfermeros, que con voluptuoso convencimiento llevaban a su víctima al crematorio. Pero las raices del árbol eran más largas de lo que pensaban, y no pudieron ir mucho más allá, se rindieron. Ya no era divertido, y sin un alimento digno en toda la jornada, el cerebro hizo de las suyas y fue el fin de la misión grupal: cada uno agarró lo que pudo y volvieron al campamento.
Todo estaba igual; sólo las suceptibilidades se habían elevado, y el tacto o la intención de no ofender con comentarios sarcásticos se había esfumado hacía ya varias horas. La garrafa no calentaba, entonces la comida no se hacía, entonces la espera se alargaba, entonces el hambre se multiplicaba, entonces el mal humor reinaba, entonces los modales se reducían, entonces las peleas afloraron, entonces el padre se fue a dormir, entonces resurgió el vino, entonces se prendió el fogon, entonces los ánimos se relajaron, entonces las estrellas volvieros a ser lindas y todos pudieron ser filósofos en potencia y la vida volvió a ser próspera. El vino no sólo les calentaba el alma, sino que embravecía el fuego.
Nuevamente se fueron a dormir, augurando una mejor jornada, o por lo menos con un poco más de alimentos.

martes, 11 de marzo de 2008

volviendo a las raices (parte I)

¿Qué tan complicado puede ser organizar un campamento?... Un destino, una Traffic, unas carpas, asado para la primera noche y una gran variedad de latas. Todo lo restante lo obtendrían de la Madre Naturaleza; más bien tratarían se sustraérselo con cañas de pescar.
Todos hombres, que buscaban encontrarse con sus antepasados -cazadores o recolectores- nómades.
El fluido caminar del agua, gélida, que va y va; desde los inmaculados picos cordilleranos penetrando el continente hasta llegar a su destino interminable; pinta a diestra y siniestra paisajes dignos de ser admirados. Un bosquecillo de arrayanes y sauces precedía los cuantiosos metros de playa pedregosa que se hundía -inerte- en las entrañas del Limay. Acompañados por el refulgente sol del atardecer se abocaron a los preparativos de la comida de bienvenida a este universo paralelo con fecha de vencimiento 3 noches y dos días después.
El único rastro de cultura eran una ínfimas parrillitas en forma de U que no llegaban más alto que las rodillas. La carne estaba sobre las brasas, las carpas bajo un frondoso sauce, la guitarra acompañaba una voz melodiosa y en el cielo habían más estrellas que gotas en el mar.
Era un grupo irregular, encabezado por el padre de varios de los chicos, que al irse a dormir inauguró el happy hour de vino barato comprado a la velocidad de la luz, para que el susodicho no se percatara de nada. El fogón, la guitarra y el vino en una noche cálida fueron condimentos suficientes para que la charla durara varias horas.
A las 6 de la mañana no había gallo ni patrón que pudiera despertarlos, pero las ganas de pescar había penetrado tanto en sus voluntades que casi tocaba la culpa, y se prepararon para una jornada con la naturaleza.
Siendo febrero, los peces estaban de vacaciones o tan satisfechos que no se dignaron a morder el artificial alimento que este grupo les ofrecía. Ya siendo las 12 hubo que pensar un plan B para los supuestos peces asados que tenían en mente, y la humilde garrafa que debiera calentaba más que un volcán, nunca pudo hervir el agua, y los fideos, pelados, se quedaron varios metros antes de estar al dente. Mal humor general y siesta.
Sabiendo que los peces generalmente pican a la tarde, dedicaron su tiempo al truco y a explorar el lugar. Volaron las galletitas a la hora del té, y en ese momento se instaló en el inconciente colectivo que la comida no alcanzaría, a no ser que pescaran algo…

viernes, 7 de marzo de 2008

me dijeron de una fiesta

Era el típico “vende humo”, pero ese jueves, una vez terminado el entrenamiento, su propuesta no parecía hacer agua.
En está esquina: con un peso de 40 kilos mojado… ¡IRSE A DORMIR TEMPRANO UN JUEVES! En esta otra, el retador y posible nuevo campeón nocturno: ¡FIESTA EN LO DE UNAS AMIGAS! No hizo falta ni que se pongan los guantes.
Tanto la experiencia evidencial como la sensorial les demostraron a los crédulos, que ese rumor se había corrido en más de un grupo de amigos.
El contacto dentro de la fiesta era una semi-pigmea de pelo crespo que no se detuvo más de unos instantes a hablar con ellos. Era un tres ambientes en el que siete alocadas adolescentes baliaban sin ser concientes (…) que la temperatura de los mortales circundantes iba aumentando paulatinamente. Como en épocas de guerra –pero al revés-, donde hay escasez de un sexo, las mueres cotizaban en Euros, y los chicos tenían patacones falsos.
Pero el destino es gracioso, y había un juguete que los niños no querían para navidad, y su precio se precipitó desde las góndolas hasta caer a la altura de estos 4 chicos. La petisa, alias “el contacto”, estaba hablando con su amigo nuevamente. Risas, manitos juguetonas y la charla aseguraban los cimientos, pero un tsunámico “¿a tu abuela no le molesta que hagas fiesta?” arrasó con todo… “y, no… se murió hace 3 meses”
No había forma ya no de tratar de remontar el barrilete de mármol; ni siquiera podían guardarlo, era física, técnica, probabilística y filosóficamente imposible remontarla.
Además, no paraban de entrar grupos de amigos al departamento, y no eran grupos que creían en la amistad entre personas de distinto sexo.
Frustrados y con más vergüenza que ganas, le pidieron a alguien que les abriera la puerta de abajo y se arrastraron hasta el auto, con el sound track de las excusas del promotor de la idea original.
Uno de ellos supo desde el principio cómo terminaría todo, y se ocupó de forjar un final alternativo, sacando de su bolsillo un par de prendas femeninas sustraídas del baño de la dueña. ¿Se habrá dado cuenta?