martes, 30 de septiembre de 2008

de autos punto com

Típico viernes de típico chico de Barrio Norte con camioneta y novia típicas. La buscó después de comer, fueron a tomar algo, típica charla, y le propuso devolverla a su hogar cuando -tras su tercer bostezo- ella le preguntó si estaba muy cansado.
Entre más bostezos y promesas de destruir la cama hasta el día siguiente se despidió, raudo, de su novia. Sus ojos siguieron los pasos de la chica hasta que hubo entrado en el edificio; inmediatamente le dedicó toda su atención a la pantalla de su cel, esperando la respuesta al mensaje anzuelo enviado apenas su novia bajo de la camio. Picó. Una ex compañera de laburo no tenía nada que hacer y le divirtió salir nuevamente con este joven porque la pasaba a buscar, le pagaba todo y la volvía a llevar, mejor no dar detalles.
Paró en un semáforo pero la camioneta no volvió a arrancar. Llamó a su novia para que le diese el teléfono del Auxilio. Cuando le dio la ubicación exacta, ella se percató que era a 10 cuadras de su casa, pero para el otro lado…
-¿Qué haces ahí?, le pregunto suspicaz.
Sin siquiera dudar un instante, como si le hubiesen preguntado “de qué color es el caballo blanco de San Martín?” –Iba a lavar la camioneta.
-Está bien, pero como estabas cansado…
-Estoy… pero mañana me da fiaca.
Esta charla que para muchos seres humanos es inaudita, era algo muy lógico dentro de la pareja, porque él, calculador como Pitágoras, la había llevado varias veces en horas estrambóticas a lavar el auto, para tener una coartada cuando lo necesitara.

Un sujeto muy parecido al anterior, aunque ya casado con una chica similar a la anterior también. Bajó antes del departamento para ir sacando la camioneta del garaje, mientras que ella se terminaba de arreglar para ir a comer a lo de alguien.
Ya en el auto, ella miraba distraída por la ventana, mientras el manejaba, no concentrado del todo. De pronto una alarma roja que titilaba muda entre ambos asientos le puso los nervios de punta: alguna de sus “amigas” había dejado un zapato en la camioneta… Evidentemente su mujer aún no se había percatado de ello, pero hasta cuando? ¿Qué hacer en esta situación? Sin demostrar la desesperación que recorría su cuerpo en cada una de las repentinas 180 pulsaciones por minuto, aprovecho un ignoto grupo de transeúntes y la arrancó de su somnolencia preguntándole, casi feroz, si ese no era su hermano. Aprovechó los segundos que tomo su mujer en escrutar el grupo y arrojó el zapato traicionero por la ventana. Casi…
Llegaron al destino y su mujer se empezó a mover en el asiento haciendo un chequeo del suelo del auto. “No encuentro mi zapato” le dijo incrédula (nota: los mentirosos compulsivos suelen mantener sus mentiras con mentiras más insólitas que la inicial. La clave está en demostrar seguridad y tratar de encontrar las inexistentes grietas en el silogismo del engañado, hasta el punto de hacerlo dudar de si mismo). “¿Estás segura que lo trajiste?”… Nadie que haya terminado el secundario puede pensar que esta historia tiene final feliz para el engañador, pero es así, entonces debemos enfocarnos en la engañada: o está muy enamorada o es muy idiota (nota 2: el amor es el mejor creador de realidades paralelas, que tamizan las acciones de las personas a las que se le destina un amor incondicional).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mmmmmm, me encantó la pregunta "¿Estás segura......