martes, 7 de julio de 2009

tirá la cadena

Era una de las primeras salidas con los amigos de la facu y ellos, que eran vecinos y amigos de toda la vida, estaban volviendo a sus pagos, de aquel lado del Riachuelo. La noche no había sido nada especial, pero habían tomado bastante. Iban por 9 de Julio en dirección a zona sur, llegando Corrientes, el conductor se sorprendió de lo ancho de la avenida, pero como es la más ancha del mundo, no le importó tanto. El tema fue cuando vio que el Obelisco tenía un hermano gemelo; ahí le dio el volante a su amigo, que estaba notablemente mejor que él.
Siguieron por 9 de julio cruzando avenida de Mayo, Belgrano, Independencia y San Juan y cuando estaban a punto de cruzar puente Pueyrredón, el actual “copiloto” se dio cuenta que no llegaba, que todo lo que había tomado estaba por salir por algún lado y obligó a su amigo a doblar a la derecha sin importar mucho donde se encontraban. Se encontraban en Constitución, un barrio que no suena lindo ni pronunciándolo en inglés.
El conductor vio como su amigo incondicional se bajaba del auto y aferraba su humanidad toda a un poste que hacía las veces de parada de bondi. La zona no es muy linda, y menos un sábado a la madrugada, así que se quedó alerta, vigilando la calle. ¿Cuánto puede tardar una persona normal en vomitar? Vio que el mareado estaba en una posición extraña, como sentado en el aire y ¿sin pantalones? (el que tiene la desgracia de ver uno de esos, se da cuenta en seguida que no es de perro). Borracho y todo tuvo la delicadeza de sacrificar una media para que la vuelta a casa fuese más decorosa. Y una vez vaciado, se desplomó en el asiento del acompañante.
En ese mismo momento, un par de sujetos de dudosa reputación que habían salido de algún tugurio cercano estaban rondando el auto. Se pararon un en cada ventanilla y solicitaron al único conciente de ese auto que les diera todo (Regla nº 1 de negociación: empezá bien alto). “¿Qué te voy a dar si no tengo un peso?” (Regla nº 2: siempre rechazá la primera oferta). El diálogo amistoso finalizó en ese instante, con un manotazo al cuello del desmayado, arrancando una cadenita. El conductor sabía que lo único que podía tranquilizarlos era eso que él llevaba en la billetera, un jugoso billete de 2 pesos. Lo ofreció a cambio de la cadenita y los sujetos compraron, pero había un problema, faltaba la cruz. Ante la insistencia del conductor, el manilargo le juró que no la tenía y hasta se puso a buscar la cruz en la calle. Los dos sujetos y el conductor la buscaron sin éxito, y antes de que la comedia típica de Ben Stiller pasara a tragedia griega, se subió al auto y se fueron.
Al otro día llamó al mamado devenido en resacoso y le preguntó si había aparecido la cruz. “¿Qué cruz?”, le contestó; “no tenía nada colgado en la cadenita”.

No hay comentarios: