martes, 10 de junio de 2008

tacos, rimel y rouge

Quinto año: el fin de un ciclo, creciendo juntos, muchas cosas vividas, y antes del "que no se corte" viene el viaje. Brasil en el 1 a 1 noventoso. La fiesta del mariposón estaba rebotando en la cabeza de los chicos desde las charlas previas al viaje. Llego el día de la noche esperada y la logística fue fabulosa: compraron mucha cerveza en un mercado turbio, y la dividieron en las 3 heladeritas de los cuartos del piso, previamente vaciadas. Las chicas los vistieron, maquillaron y peinaron. El barcito de la previa era una fiesta, al igual que el colectivo y la fila para entrar. Era obvio, fueron directo al baño de chicas, a cobrar un beso la utilización de los mismos. El boliche parecía el lugar elegido por una horda de amazonas para un ritual milenario. Todo daba vueltas, era Argentina en Brasil, con representantes de todas las provincias.
Se puso a hablar con una chica verdadera, que estaba de novia y supuestamente era fiel y lo amaba. ninguno pareció acordarse de esa frase media hora después, a los besos en un cantero del boliche.
Una alarma interna lo arrancó del encanto etílico. Se despidió de la chica y entro nuevamente al recinto, donde ya no quedaban muchas mujeres (verdaderas o falsas). El tema gravitaba entre lo complicado y lo peligroso, porque sabía que estaba mucho más allá de "no se pasen de esta avenida y aquella, porque no es muy seguro". De pronto vió que todavía quedaba un colectivo en el estacionamiento, era de unos cordobeses que se ofrecían a llevarlo, pero lo dejaban a 20 cuadras de su hotel. ni lo dudó.
Cuando bajó del colectivo se orientó y comenzó a caminar en línea recta por la avenida costanera, que lo acompañaba hasta su hotel.
Las noches en Brasil empiezan y terminan más temprano, por lo que siempre había tiempo -después del boliche y generalmente beodos- para ir a la playa. En eso estaban los 4 cuando ven a media cuadra un travesti impresentable, casi arrastrándose por las paredes de los edificios para no trastabillar. Fue gracioso, pero se transformó en anécdota cuando unos pasos después, descubrieron que era su compañero, a quien todos los santos y duendes circundantes protegieron para que llegara sano y salvo.