martes, 4 de noviembre de 2008

gárgolas

Viernes de una larga semana que había repartido sus días entre facultad, trabajo y otras hierbas. Prendió la computadora a la vez que, de reojo, se daba cuenta que estaba anocheciendo. Estaba haciendo una evaluación de su semana, cando un titilante rectángulo azul en el monitor lo arrancó de su pensamiento. Un amigo lo estaba tentando con hacer algo, aunque no sabía muy bien qué. Puso los dedos en marcha y tecleó en 2 o 3 direcciones para conseguir alguna “amiga” que tuviese ganas de recolectar algunas amigas para salir. Tenía una en veremos y otra que todavía no contestaba cuando su amigo le dijo que ya tenía el programa armado. Le invento excusas a las dos chicas y espero el llamado de su amigote, quien le vendió un plan perfecto para un viernes: 3 chicas, 3 chicos, un bar y todos esos ingredientes condimentados con la muchísima onda de los chicos, y la belleza que su amigo prometía de ellas, la estructura de la salida era muy firme. Su amigo comandaba la nave, cuyo primer destino era buscar a su amiga, o sea se habían encontrado el padre y la madre de la cita, esperando en la sala de parto para ver si su criatura se gestaba correctamente o si pasaba a la galería de los grandes fracasos de la noche. Recogieron al segundo muchacho, a quien la cosa que acompañaba a su amigo no le resultó tan bonita. Ante la innecesidad de caerle bien a esa mujer, fue directamente al grano con un caballeroso “che, tus amigas... ¿están buenas?” y ella muy suelta de cuerpo saco una respuesta de folleto “y... no se, yo no miro a las mujeres, pero... si.”. Distinguía algo al final del túnel, pero no sabía si era una luz celestial o las llamas del infierno. La cosa se puso realmente sospechosa cuando de la nada, y mientras ella se bajaba a comprar cigarrillos en una YPF, tiró un “igual, si me avisaban con más tiempo, podría haber conseguido otro grupo”. En ese instante le cayó la ficha, por algo esas chicas no habían conseguido una cita un viernes a esa hora. Le entró pánico, y le propuso a su amigo abandonarla allí, a su suerte (que dicho sea de paso, esperaba que fuese mala) bajo la promesa que nadie se enteraría jamás. Su amigo se rió, como no tomándolo en serio, se sintió solo. Buscaron al tercer chico y fueron en busca de las otras dos chicas. Trató de tener esperanza y de ser positivo, y casi lo había logrado cuando de la puerta de un caserón salió la segunda chica. Estaba a punto de empezar a tener en cuenta el saltar del auto como una salida racional a su situación cuando su amigo clavó los frenos tras la orden de su amiga Margarita Segomitá. Apareció el tercer espécimen, Darwin contento de estar frente a frente a eslabones antecesores. Una cosa era segura, no le interesaba caerle bien a ninguna de ellas, así que decidió ponerse en nene caprichoso que llora porque tiene sueño pero que no quiere dormir. Eso tampoco sirvió, ya que las chicas se sentían muy cómodas no conociendo los manjares de la violencia verbal sutil. A las 5 de la mañana la discusión giraba entorno de los fines de la publicidad; suficiente. Le rogó a su amigo con una mirada como de perro de la calle, y este entendió. Fue como sacarse una piedra de la zapatilla luego de haber corrido una maratón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Darwin contento de estar frente a frente a eslabones antecesores..."

Fenomenal! Muy divertidas tus anecdotas, las sigo semana a semana.

Saludos!

*AntagoniSta* dijo...

Jajaja.
El título es genial!

Casi que me había olvidado lo mucho que me gusta leer sobre lo que te contó un amigo.