martes, 22 de marzo de 2011

yo me quedo acá

Salió a bailar sin ningún tipo de expectativa. Se acodó en la barra para pedir un trago y se percató de que esa dulce joven que tantas veces lo había rechazado estaba a dos personas de distancia. La vigiló de reojo y cuando tuvo la oportunidad se plantó a su lado. Realmente no se acordaba cuántas veces la había abordado, y a esta altura cualquier ser con un poco de respeto por si mismo ya hubiese bajado los brazos –y también lo hubiese hecho él, sólo que una vez ella le había dado algunos besos y eso alimentaba su insistencia-.
Esa noche ella estaba muy linda, simpática, graciosa, cariñosa y con la guardia baja, cosa que él no dejó de notar y aprovechar. Entre besos arreglaron una cita. Al día siguiente la pasó a buscar con el auto para ir a tomar un helado en pleno centro del pueblo, ella se bajó y los compró mientras él la esperaba, a esta altura eran una pareja consolidada.
Cerca de las nueve de la noche, a poco de devolverla a su casa y sin mucho ánimo para despedirse le dijo: “¿A qué hora te paso a buscar?”. “Dame una hora para arreglarme”, le contestó la chica, con una sonrisa que mostraba sus dientes perfectos.
Una hora más tarde estaba ahí bañado, cambiado y perfumado. Ella entró al auto y antes de que él le propusiera un buen lugar para ir a tomar algo, ella sacó una botella de vino de la cartera y le dijo “mejor vamos al valle” (nota del autor: El valle queda a unos 20 km, un río de montaña serpentea un camino pedregoso, se ven casi todas las estrellas del universo y por sobre todas bondades del lugar, hay muy poca gente.)
Volvieron a la hora en que los viejos se arrastran hasta le puesto de diarios. Todo era perfecto.
Ya era lunes por la tarde y a él le pareció que ya había pasado un tiempo prudencial desde el último llamado, marcó el número de la casa –todavía el celular no se había transformado en una extensión de la mano de cada argentino y argentina- pero le informaron la joven se había ido a la ciudad donde estudiaba para arreglar algunos asuntos. Primero sintió curiosidad, luego bronca, luego ansiedad, luego tristeza, luego odio, luego más ansiedad, luego depresión y finalmente resignación.
Dos semanas más tarde –el ya había adelgazado unos cuantos kilos y estaba bastante ojeroso- ella se le apareció en la casa para invitarlo a tomar algo y charlar un poco, pero él se hizo el difícil y le dijo que tenia que hacer otras cosas, que a la noche se veían en el boliche.
Llegó la noche y fue una de las veces que más temprano entró al boliche, recorrió cada rincón, pero no la encontró. De pronto le llegó un mensajito de un número extraño: “Hola Pepo, esta noche voy a estar con este cel, estoy en tal bar, después vení a verme”. Todo volvía a encajar. No contestó para seguir haciéndose el desinteresado y un par de horas más tarde directamente la llamó. Contestador. Otra, otra y otra vez. Siempre contestador. Se teletrasportó al bar donde ella iba a estar, logró pasar al VIP y en un rincón la encontró charlando muy cariñosamente con Gaston Pauls, que había ido a promocionar un festival de algo. Si solamente hubiese sido Gastón, no le llegaba ni a los tobillos, sin embargo su apellido parecía hipnotizar a la chica. Y tanto él como Gastón Pauls eran conciente de esto.
La miró fijo a lo profundo de sus ojos verdes y le dijo “hola Pauli, cómo andas?”, lo miró de reojo y le soltó un “como te va?”. Respiró profundo, tragó saliva y bajo la mirada despectiva del famoso actor, hizo su último intento: “vamos a dar una vuelta?”. “No Pepo, yo me quedo acá”.
Aún hoy se pregunta que hubiese pasado si no hubiese tenido aires de divo.

PD: Un par de semanas más tarde un amigo lo llamó para contarle que había visto a la chica en el Pepsi Music acompañando adivinen a quién.

3 comentarios:

RQ dijo...

Como historia me dió mucha bronca, mucha. Como escritor, me hiciste entrar hasta el tuétano en la história. Felicitaciones y me alegro que vuelva Roland Garrón.

Adrián Galarcep Vidal dijo...

Muy buena Roland! Bienvenido de vuelta... pero nos dejas mal parados a nosotros! Tenemos derecho de hacernos los interesantes también de cuando en cuando.

Anónimo dijo...

Sos Kristinista que ahora ponés "argentino y argentina".

Firma: Arturo