Noche veraniega de pantalones largos y remera. Cordero al asador; con cuchillo, galleta y los dedos. El vino trajo historias, y con ellas las cargadas, infaltables en cada asado de hombres; más aún si se conocen tanto y hace tanto como estos. De pronto un comentario produjo silencio: de intriga y suspenso, en los que no entendían; de bronca mal disimulada en los que si.
Diecisiete partidos nos habían ganado esa semana. Diecisiete a cero; pero no jugábamos por nada... Esa noche apostamos un asado. Ganamos y ellos no llegaron ni a las buenas. La voz socarrona del Sheriff inundaba el patio y sus ojos no se posaban en nadie.
Hasta alcaparras compraron estos desgraciados…ochocientos mangos salió el asado, masticó, magulló y escupió Segurola. Segurola y Juan B. Justo, la pareja que había perdido aquel pantagruélico asado (bautizados así por el Sheriff, haciendo alusión a su forma de jugar) no habían podido resistir a la provocación orgullosa y ponzoñosa de su amigo y contrincante. La hombría había sido cuestionada, y entre el vino, el orgullo herido y el querer ser macho dominante, se planteó un nuevo desafío. La revancha tendría lugar, luego de 6 meses, durante los cuales el Sheriff y su compañero no habían más que disfrutado de ese huérfano triunfo, pero con arcas que superaba claramente aquel ejército de 17 partidos previos. Además nunca habían considerado que las cosas estuviesen dadas como para darles la revancha. El tema venía de lejos, y cuando Segurota sugirió aposta un cordero, en un solo partido, el Sheriff sonrió.
Limpiaron la mesa, llenaron los vasos, se sentaron en ronda, trajeron el mazo y se formalizó la apuesta. Un partido, todo o nada, repartieron las cartas.
El primer retruco se cantó recién para que el Sheriff & Cia. Llegaran a las 12 buenas, dejando a los otros en 0 buenas. Todo muy hablado, muchas chicanas, algunos titubeos y mucha práctica e intento de leer la mente, o lo que es parecido, pescar alguna seña.
El repunte de 13 a 4 fue interesante, pero no pasó a mayores, terminó ahí. Esta vez el costo del partido había sido infinitamente menor al anterior, pero tenía el mismo gusto amargo. Más aún habiendo tantos testigos.
Seguramente los partidos seguirán, la Fortuna, como desde el inicio de los tiempos irá cambiando de amantes a su voluntad, pero esa noche, desde antes del partido, se la vio coqueteando con el Sheriff, aunque no todos supieron verla.
Diecisiete partidos nos habían ganado esa semana. Diecisiete a cero; pero no jugábamos por nada... Esa noche apostamos un asado. Ganamos y ellos no llegaron ni a las buenas. La voz socarrona del Sheriff inundaba el patio y sus ojos no se posaban en nadie.
Hasta alcaparras compraron estos desgraciados…ochocientos mangos salió el asado, masticó, magulló y escupió Segurola. Segurola y Juan B. Justo, la pareja que había perdido aquel pantagruélico asado (bautizados así por el Sheriff, haciendo alusión a su forma de jugar) no habían podido resistir a la provocación orgullosa y ponzoñosa de su amigo y contrincante. La hombría había sido cuestionada, y entre el vino, el orgullo herido y el querer ser macho dominante, se planteó un nuevo desafío. La revancha tendría lugar, luego de 6 meses, durante los cuales el Sheriff y su compañero no habían más que disfrutado de ese huérfano triunfo, pero con arcas que superaba claramente aquel ejército de 17 partidos previos. Además nunca habían considerado que las cosas estuviesen dadas como para darles la revancha. El tema venía de lejos, y cuando Segurota sugirió aposta un cordero, en un solo partido, el Sheriff sonrió.
Limpiaron la mesa, llenaron los vasos, se sentaron en ronda, trajeron el mazo y se formalizó la apuesta. Un partido, todo o nada, repartieron las cartas.
El primer retruco se cantó recién para que el Sheriff & Cia. Llegaran a las 12 buenas, dejando a los otros en 0 buenas. Todo muy hablado, muchas chicanas, algunos titubeos y mucha práctica e intento de leer la mente, o lo que es parecido, pescar alguna seña.
El repunte de 13 a 4 fue interesante, pero no pasó a mayores, terminó ahí. Esta vez el costo del partido había sido infinitamente menor al anterior, pero tenía el mismo gusto amargo. Más aún habiendo tantos testigos.
Seguramente los partidos seguirán, la Fortuna, como desde el inicio de los tiempos irá cambiando de amantes a su voluntad, pero esa noche, desde antes del partido, se la vio coqueteando con el Sheriff, aunque no todos supieron verla.
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